Arqueología experimental para que los escolares del Maestrazgo aprendan de arte rupestre
Iniciativa educativa auspiciada por la Comarca, el Ministerio de Educación y una start-up de la Universidad de ZaragozaCon óxido de hierro y huevo de codorniz se obtiene un color rojo brillante, muy brillante. Tan brillante que es difícil vincularlo con un elemento de la naturaleza. Es el pigmento que utilizaron hace más de 7.000 millones de años para plasmar los bóvidos de los abrigos que hay en el entorno del embalse de Santolea. Y es también el material fabricado por los alumnos que asisten a clase en las aulas del Maestrazgo, que durante esta semana están aprendiendo a elaborar sus propios pigmentos a través de elementos que tienen muy cercanos y que, hasta ahora, habían pasado desapercibidos para ellos.
Se trata de una actividad de arqueología experimental que ha organizado la Comarca del Maestrazgo con el apoyo económico del Ministerio de Educación y Cultura y la colaboración de Arqueología y Didáctica, una start-up de la Universidad de Zaragoza que se dedica a trasladar los grandes debates prehistóricos del ámbito académico al gran público.
Andrés García-Arilla y Héctor Conget son los encargados de mostrar a los chavales cómo se cocinan los pigmentos, pero también de plantear qué llevaba a los habitantes del Maestrazgo en la prehistoria a pintar las paredes de los abrigos rocosos. La empresa tomó como referencia y fuente de inspiración para realizar la actividad la investigación sobre el Arte Levantino desarrollada por el arqueólogo Manuel Bea en la Cueva de la Vacada, de Castellote.
El alumnado tiene, a lo largo de esta semana, la oportunidad de reproducir los procesos técnicos del pasado y acercarse así al imaginario que tenían los hombres prehistóricos que decoraron esos abrigos. Los niños pintan sobre lascas de piedra con pequeños manojos hechos con pelo de caballo, cebra o humano e incluso con rudimentarios pinceles fabricados a partir de juncos. Además de huevo, también utilizaron como aglutinante leche de cabra o grasas animales. “Intentamos que el protocolo sea riguroso”, explican desde la empresa de arqueología experimental.
Es una forma de que los chavales aprecien el patrimonio que tienen cerca y de que aprendan “de forma lúdica métodos muy complejos pero que suelen resultarles de gran interés”, comenta la técnica de Cultura y Patrimonio de la Comarca del Maestrazgo, Sonia Sánchez.
Los tonos rojizos son los más habituales en la zona del Maestrazgo, pero el Arte Levantino, que es Patrimonio Mundial de la Unesco, emplea también los negros, elaborados a partir de manganeso. Este arte también muestra figuras blancas, que parten del caolín, aunque son muy escasas y, hasta el momento, solo se han localizado en la Sierra de Albarracín.
Los prehistóricos no solo empleaban la técnica pictórica sino que en el Barranco Hondo de Castellote aparecen las primeras figuras antropomorfas del Arte Levantino hechas con grabados. Los alumnos de las escuelas del Maestrazgo se han familiarizado con esta técnica a partir de las laminillas de sílex localizadas en la excavación arqueológica recreada junto al abrigo.
Reproducción pictórica
De hecho, la actividad sirve a su vez para explicar cómo se realiza una excavación arqueológica y cómo ha evolucionado la reproducción de las pinturas en los abrigos, que primero se hacía con calcos y ahora con las más modernas técnicas de fotometría.
El taller sobre arqueología experimental va a itinerar por todas y cada una de las aulas que hay en la comarca y en total participarán en el taller casi dos centenares de escolares que asisten a clase en los los CRAs Palmira Pla, Oea –en las aulas de Castellote y Bordón- Alto Maestrazgo, y en las localidades de La Iglesuela del Cid, Fortanete, Pitarque y Villarluengo. En Cantavieja la actividad se hará tanto en el CRA como en el IES Segundo de Chomón.
Desde la Comarca del Maestrazgo realizarán una valoración al concluir la actividad para ver si ha gustado a los participantes y se han cumplido los objetivos perseguidos. En este sentido, Sonia Sánchez especifica que no descartan desarrollarla de nuevo en verano, dirigiéndola a otros sectores del público o en un futuro de nuevo en el entorno escolar. “El abrigo ya está construido y puede dar mucho juego para llegar a todo tipo de público”, asegura.
Sonia Sánchez destaca el esfuerzo que se ha realizado por trasladar la actividad a todas las aulas unitarias. Indica que la situación de pandemia sanitaria actual obliga a redoblar los costes y los esfuerzos para cumplir con todas las garantías.
De momento, según explica García-Arilla, lo que más llama la atención a los chavales son los ricos colores que ellos mismos son capaces de obtener machacando polvo de óxido de hierro y mezclándolo con huevo de codorniz. “Están acostumbrados a que todos los elementos los compramos y, sin embargo, con cosas que están en su entorno y con ellas pueden lograr materiales muy vistosos”, dice.
“Son este tipo de experiencias de ruptura de la rutina y formación fuera del aula las que, según los educadores, más ayudan a desarrollar la capacidad crítica en los alumnos, los conmueve y transforma, haciéndolos cada vez más sensibles al patrimonio. Cuando los participantes hayan realizado la actividad, se apreciará que sirven como herramienta para comprender, proteger y poner en valor estos espacios, tanto para los alumnos como para los educadores”, comenta Sánchez.
Reproducción de un abrigo
Las pinturas rupestres se localizan en la comarca del Maestrazgo en zonas de difícil acceso y por eso la mayor parte de los niños no las han visto in situ. Para mostrar cómo es realmente el abrigo en el que los hombres y mujeres de la prehistoria plasmaron sus pinturas, la empresa Arqueología y Didáctica ha reproducido un abrigo a partir de una estructura de madera sobre la que se ha colocado un material plástico especial que, a su vez, se ha revestido de látex en el que ya se han instalado las formas finales. “El hombre prehistórico no pintaba sobre la forma rocosa de manera arbitraria, sino que coloca los motivos en determinadas posiciones de la roca, en zonas de daños”, relata Andrés García-Arilla, responsable de la empresa que está desarrollando esta semana la actividad en los colegios. “Entendemos que hay un código que movía al prehistórico a pintar en un momento determinado del año y en un lugar específico, y ese mensaje puede descodificarse con la arqueología experimental y a partir de buenos corpus digitales que permitan acceder a los motivos de los abrigos que hay en todo el territorio y también conocer el entorno del propio abrigo”, comenta.