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Ya vienen los Reyes… Ya vienen los Reyes…
Pintura de Jesús Conde Ayala

Ya vienen los Reyes…

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Asunción Vicente

Con estas palabras de un famoso villancico, quiero comenzar un nuevo año deseando a todos, que se haga merecedor de la alegría y esperanza con la que es recibido y nos depare toda suerte de venturas.

Nada me parece más enternecedor que la mirada asombrada, casi paralizada de los niños al paso de las cabalgatas de Reyes, que recorren pueblos y ciudades llenándolos de colorido y confeti, sus miradas son puras, trasparentes, pendientes de que, en un momento dado, surja esa magia que tanto deseamos niños y mayores.

Esta costumbre se inició en España a partir del siglo XIX eligiéndose para celebrarla la noche anterior a la Epifanía, la manifestación de Jesús al mundo. La única fuente bíblica que nos habla de estos “magos” es el Evangelio de San Mateo, mencionando a unos magos que buscan a un niño, que ha nacido en Judea, guiados por una estrella al que encuentran en Belén y le ofrendan oro, incienso y mirra.

Esta historia del evangelio ya tardía pone de manifiesto que, en el mundo antiguo, había interés en mostrar que las gentes de lugares muy alejados de Judea, conocían los hechos acontecidos, sobre todo en un momento en el que se estaban produciendo muchas conversiones del paganismo al incipiente cristianismo, era la forma de afirmar y reforzar la idea de que el nacimiento de Jesús, era conocido por los paganos y venían a adorarle desde distintas partes del mundo.

Pero ¿eran magos? ¿y de donde procedían? Evidentemente el término no se refiere a magos en su condición de hechiceros; una acepción que fue imperando con los siglos posteriores, sino en el sentido de hombres sabios de lugares lejanos que conocían las profecías. No sabemos si eran reyes o no, tal vez el acceso al oro, el incienso y la mirra, reservado para las gentes pudientes llevó a imaginar un origen regio. Tampoco se sabe si fueron tres, dos o doce, depende de las fuentes consultadas, católicas, ortodoxas, armenias…pero todas los mencionan de una u otra manera.  Podemos, observar en los bellísimos mosaicos de San Apolinar Nuovo, en Rávena, ya en el siglo VI que las vestimentas son persas y están escritos sus nombres como Gaspar, Melchior y Balthassar.

El hecho de que estos magos vinieran de Oriente da pie a hacer unas cuantas consideraciones, puesto que el momento del nacimiento de Jesús, se produce en un contexto grecolatino, sin embargo, resalta a unos “magos que vienen de Oriente”.

Está probado que los griegos nunca estuvieron aislados, ni siquiera en el periodo clásico, había una marcada influencia entre la Grecia arcaica, luego clásica y el imperio aqueménida, coexistiendo ambos de tal forma que de la misma manera que artistas y pensadores griegos aportaron al imperio persa, estos lo hicieron también con sus conocimientos en las áreas del Egeo que dominaban. Dentro de la esfera filosófica, el interés por los magos se remonta a Aristóteles y en los textos de Heródoto, aparecen como una clase de sacerdotes medos que intervienen en las ceremonias religiosas. Así pues, si todos nosotros en occidente tenemos una deuda con la civilización griega, también Grecia la tiene con la tradición oriental, mesopotámica, egipcia, irania, y por supuesto en la tradición de la existencia de los magos.

Todas estas señales que como por osmosis van atravesando de un lado a otras ambas culturas, pueden rastrearse en los textos clásicos; los descubrimos en conceptos que definen la espiritualidad antigua, en la idea de una morada celeste donde van los difuntos después de la muerte, en el premio de los justos a reposar junto a la divinidad y en la misma idea del alma.

La palabra μαγος (magos) es de origen iranio, por tanto, el hecho de que se use en griego es una prueba de esta procedencia. Los auténticos magos, eran sabios, astrólogos o sacerdotes que brindaban conocimientos y no hechicería, como lo prueba el mismo Pitágoras, consultando a un mago caldeo del que obtuvo muchos conocimientos para adaptar a sus postulados.

¿De dónde venían esos Magos que llegaron a Belén? De Babilonia, Caldea, Persia, incluso de la lejana Tartessos en Hispania, sería posible y podrían haber viajado desde cualquier parte del mundo conocido en la antigüedad, en sus cabalgatas, con camellos y caballos, servidumbre y presentes, incluso con tropas a su mando procedentes de ese mundo lejano que se nos antoja imaginario e interminable a lo largo de los siglos.

En la catedral de Colonia se guardan las reliquias de los Reyes Magos, restos que Santa Elena llevó a Constantinopla desde Tierra Santa, junto con un sinfín de reliquias más, que probablemente sean falsas. Pero la noche de Reyes no lo es. Con los regalos a los pequeños, los premios por ser buenos y el carbón por ser traviesos, nos sigue emocionando año tras año de forma real.

He pedido a los Reyes Magos en mi carta, que traigan en sus equipajes salud, paz, amor, concordia, diálogo, tolerancia, generosidad, humildad y esperanza en un futuro mejor, que todos los niños vean cumplidas sus peticiones contenidas en millones de cartas, que el carbón sea muy dulce, yo dejaré para ellos comida y bebida, también para sus monturas, pondré un cubo con agua y un cestillo con algarrobas y no olvidaré dejar mis zapatos a la entrada esperando confiada en recibir lo pedido.

¡Feliz Noche de Reyes!