Dolor. El mar se ha teñido de un color rojizo, no ha sido por una batalla sangrienta, son lenguas de lodo que se abren paso a través de valles, barrancos, carreteras, entre las casas, fabricas, comercios, vías, en un aquelarre fantasmagórico, sin tregua, dejando tras de sí el miedo, luego el horror, la desesperación, el abatimiento, la nada.
La tragedia que vivimos sobrecoge al ver las imágenes que no cesan de aparecer en los medios informativos, imágenes dantescas, sin luz, sin agua, con pillajes, asaltos, robos y por encima de todo ello cabalgando la muerte.
Los daños materiales son inimaginables, pero los daños personales, las vidas perdidas y las tragedias individuales creo que son inconmensurables y si bien ahora se saca toda la fuerza para afrontar tanto infortunio, todo ello dejara secuelas que marcaran a toda una generación.
Un tsunami de solidaridad se ha extendido por toda España, sacando lo mejor de cada uno de nosotros, con una población volcada en la ayuda hacia sus semejantes, sin pararse en nada, armados de palas y escobas, un ejército que acude sin burocracias, sin competencias administrativas inútiles en estos casos, sin temores, solo animado por el deseo de aliviar tanto sufrimiento. El ser humano es esa maravilla capaz de las más grandes hazañas, la mayor entrega, representa el valor ilimitado y al mismo tiempo es capaz de las mayores bajezas y los mayores engaños.
No estoy en absoluto preparada para opinar sobre una cuestión tan compleja como los fenómenos que se derivan del cambio climático, que ya nadie puede obviar. Científicos y expertos debaten diferentes opiniones a la luz de sus investigaciones sobre el clima, pero es evidente que en el pequeño lapso que vivimos, observamos cambios a nuestro alrededor, algunos irreversibles.
Los humanos, hemos modificado nuestro planeta como consecuencia de nuestra actividad, todas estas alteraciones suponen un cambio global y uno de los cambios es el cambio del clima. Se percibe claramente en la fusión de los glaciares y hielos polares con el aumento del nivel del mar. Desde hace milenios está cambiando y volviendo a cambiar, solo que ahora esos cambios son a nivel planetario, por tanto, el planeta podría entrar en una fase de temperaturas muy elevadas, habría por lo tanto menos recursos naturales para un mundo superpoblado. Estas temperaturas ocasionarían la rotura de los ciclos glaciares e interglaciares, propios del periodo cuaternario que conocemos tan bien.
Por otra parte, las extinciones globales se han sucedido a lo largo de la historia de la tierra en cuatro mil millones de años por fenómenos geológicos y climáticos, es mucho tiempo comparado con lo poco que el hombre habita este planeta, son solo doscientos mil años, casi nada. Podemos pensar que, si con estos fenómenos se llegara a una extinción nueva, siempre habría un rayo de esperanza para seguir, como bien nos ha demostrado la ciencia a través de la evolución.
Pero la pregunta es ¿podríamos los humanos vivir en un mundo como el que predicen los mayores agoreros? La otra pregunta sería ¿queremos vivir aquí en esta tierra y cómo hacerlo en condiciones tan adversas?
La subida extrema de las temperaturas, el stress hídrico, el deterioro de la biodiversidad, las alteraciones en las corrientes oceánicas, la desertización, los cambios en los patrones de lluvia, la reducción de las tierras cultivables que agravarían los problemas demográficos y provocarían grandes migraciones con el objeto de que los hombres puedan subsistir dignamente, son algunos factores. Si a esto añadimos los incendios, con la perdida de cobertura vegetal y la erosión del suelo, los ciclones tropicales con sus lluvias extremas y las inundaciones provocadas por esos cambios de patrones climáticos con lluvias mucho más rápidas e intensas, que cambian la configuración de los lugares habitables, los traslados de poblaciones a otros lugares y las crisis humanitarias que provocan, el panorama se presenta desolador.
Cabe pensar si el hombre ha pecado de” hybris” de orgullo, enseñoreándose del planeta, creyéndose el rey de la naturaleza con derecho a todo, cuando la naturaleza siempre impone su ley. Es difícil un mundo desarrollado como el que conocemos que pueda parar, tremendamente difícil, habría que lograr consensos mundiales entre países que resultan meras utopías como se viene demostrando, pero sí podemos tener conciencia de lo que se puede perder y luchar para proteger lo que tenemos si queremos conservarlo, cada uno desde su forma de vivir la vida.
La oleada de solidaridad de la población en esta tragedia es un ejemplo de fortaleza ante la adversidad. Es posible que en nuestra corta vida no volvamos a ver algo así de cerca, es posible que no se repita en cien años, pero la ciencia es pesimista, hay que estar preparados, no podemos en momentos como estos perdernos en discusiones, culpabilizándonos los unos contra los otros, haciendo política a cada momento, hundiéndonos en el barro y dándonos garrotazos como en esa obra de Goya que tan bien lo representa, mientras la población está anegada en lodo, tiempo habrá para depurar responsabilidades, para analizarlo todo, ahora es el momento de volcarse en la ayuda, de salir adelante, de llorar la perdida, es la hora del dolor y tambien de la esperanza, en medio de la tragedia siempre esperanza.