Muchos habrán visitado las ruinas de Olimpia, donde tuvieron lugar en la antigüedad las competiciones deportivas más importantes del mundo antiguo. Estos días de Julio, es París, dónde se celebra una nueva edición de los Juegos Olímpicos de la era moderna. Pierre de Coubertain, rescató a finales del siglo XIX los antiguos juegos y con ellos la idea de que, en las competiciones deportivas lo más importante no era ganar, sino participar, porque las victorias individuales debían estar por debajo de los valores y señas de identidad de los distintos estados o ciudades que competían y que al mismo tiempo formaban parte de un ideal común.
El origen de estos juegos, así como las competiciones teatrales y musicales que también tenían lugar, se asociaban a centros oraculares y en Olimpia existió un oráculo de Zeus muy antiguo, incluso mucho antes de Zeus se veneraba a la diosa Gea, la Tierra, en cultos de carácter cnótico. La tradición construye un mito sobre la fundación de las Olimpiadas que recae en Pélope, héroe que se une a Hipodamia e instaura una dinastía, tras vencer a Enomao en una carrera de carros. Esta historia es el motivo del bellísimo frontón oriental del templo de Zeus en Olimpia, del que afortunadamente se conservan piezas que podemos ver en su museo.
En la antigüedad, las élites locales estaban deseosas de competir entre ellas tanto en lo material, como en el aspecto físico y de fuerza, lo que les permitía elevarse unas sobre otras. Estos juegos se celebraban cada cuatro años y reportaban un enorme prestigio, además de grandes beneficios económicos para la ciudad que los acogía, del mismo modo que sucede en nuestro mundo actual. Elis era la ciudad próxima a Olimpia que tenía ese privilegio, porque en realidad Olimpia, en los albores de los juegos solo contaba con los santuarios, altares y explanadas donde se desarrollaban las competiciones, no era una ciudad, sino una zona para las pruebas y los visitantes, turistas de la época que estarían desparramados en acampadas similares a nuestros festivales de música actuales.
Los atletas que llegaban procedentes de las distintas ciudades eran del entorno griego, en principio de ciudades vecinas, posteriormente con el tiempo, acudirían muchos extranjeros, pero todos pasaban un período de entrenamiento de treinta días en Elis supervisados por una serie de jueces encargados de vigilar que su nivel estaba a la altura de las Olimpiadas. Venían asistidos por un preparador que no se separaba de ellos, e incluso podía estar en las pistas de pruebas para animarlos y hacer indicaciones. Proclamarse campeón en Olimpia suponía ceñir la corona de olivo, árbol que simboliza reconciliación, filantropía y sacralidad, sus hojas perennes implican eternidad, regeneración de la naturaleza e inmortalidad. Cada vencedor entraba en la inmortalidad, sus imágenes eran colocadas en el recinto olímpico, haciendo referencia a la disciplina en la que había resultado ganador y merecedor de una gloria que no era solo individual, sino también de su familia y su ciudad estado. Además, esa victoria suponía un ascenso social y cívico tan importante que podía catapultarlo a la política y al poder. Tan importante para esto era poseer una victoria olímpica, como siendo un ciudadano de a pie, vencer a un olímpico reconocido.
La tregua olímpica era un elemento crucial en el desarrollo de los juegos y es necesario conocer, que esta tregua no implicaba que cesaran las hostilidades si las había, lo que garantizaba la tregua era permitir el acceso por mar y tierra de atletas y visitantes al santuario, la celebración en paz de las competiciones y el regreso seguro a casa. Una tregua que no podía vulnerarse, aunque se vulneraba en algunos casos con robos y ataques, que tuvieron como consecuencia la compensación económica a los afectados por parte del estado de los ciudadanos agresores, que asumía la responsabilidad sobre los actos perpetrados. Esto no era exclusivo de Olimpia, también se cumplía en otros santuarios panhelénicos en los que se celebraban juegos, los juegos Píticos, los Ístmicos y los Nemeos, incluso en las celebraciones de los Misterios de Eleusis y el festival de las Panateneas.
Las pruebas de las antiguas olimpiadas nos han llegado con modificaciones a la época moderna, sumándose ahora disciplinas nuevas al tiempo que las sociedades evolucionan. Pero es curioso conocer cuál fue la primera prueba que tuvo lugar en 776 a.C. en Olimpia y que fue una única prueba de velocidad denominada stadion, luego con el tiempo se fueron incorporando más competiciones, pero no fue hasta el siglo III a.C. cuando se confeccionó un programa definitivo incluyendo y eliminando pruebas y creando nuevas categorías por edades. Muchas de esas disciplinas que se incorporaron a los juegos, estaban en la base del entrenamiento militar al que eran sometidos los ciudadanos, como las de velocidad y resistencia. El primer vencedor de los Juegos Olímpicos fue Corebo de Elis, en la prueba de velocidad del stadion, carrera corta en la que debía recorrer la longitud de un estadio, que era la medida de la pista de competición. El pentatlón era un conjunto de cinco pruebas, que incluía estadio, lucha, lanzamiento de disco, de jabalina y salto de longitud. Dentro de las competiciones de lucha levantaba pasiones el pancracio, una combinación de lucha y boxeo sin límite de tiempo, en la que lo único que estaba vetado por los jueces eran los mordiscos y dedos en los ojos, aunque esto último ¡si estaba permitido en Esparta!
En la disciplina de carreras de carros y ecuestres, la victoria no era para el auriga o jinete, sino para el propietario del caballo, biga o cuadriga. Conocemos vencedores de Olimpia como Alcibíades, Filipo II de Macedonia o el emperador Tiberio, que obtuvieron la gloria olímpica por la propiedad de las monturas y no por su presencia.
Más tarde se introdujeron competiciones artísticas, de trompetistas y de heraldos que se realizaban el primer día y tenían como misión marcar el inicio de las pruebas y anunciar los nombres de los vencedores, sin embargo, en los Juegos Píticos en Delfos era donde se daba el mayor número de competiciones artísticas y de mayor relevancia. Los Juegos Olímpicos fueron el modelo de los que surgieron después en época romana que fueron evolucionando y se extendieron por todo el Mediterráneo conocido.
Las Olimpiadas, fueron espectáculos multitudinarios para la época y eso lo sabemos por la capacidad de los estadios, Olimpia llegó a tener un aforo de cuarenta mil personas, una cantidad muy importante para el mundo antiguo, hasta allí acudían visitantes normalmente acomodados, pues todo el mundo no podía permitirse un viaje de entre dos y tres semanas de duración, muchos viajaban a título individual y otros en representación de sus ciudades, por tanto ese tráfico de visitantes con todo lo que conllevaba, era muy atractivo para dinamizar el comercio, la economía y los acuerdos entre ciudades.
Los seres humanos viven en una sociedad a la que dotan de una organización cívica, religiosa, económica, pero existe un afán por llegar a algo más, llegar más lejos y más alto, así que establecen una serie de competiciones que demuestran fuerza y poder con festivales deportivos que puedan presentar a sus representantes como vencedores, de forma que desde ese momento estos atletas formaran ya parte del recuerdo de la ciudad y de sus ciudadanos serán venerados como héroes, una especie de semidioses, casi rozando la inmortalidad. Por tanto era un altísimo honor participar en los Juegos Panhelénicos de Olimpia, en representación de su ciudad estado, del mismo modo que ahora, nuestros atletas sienten ese orgullo inmenso e intangible, que les lleva a realizar sacrificios y entrenamientos durísimos y que también, como entonces, los convierte en seres míticos admirados por sus naciones, convirtiéndose en un ejemplo de lucha, de esfuerzo y de amor por el deporte que ha llegado inalterado a través de los siglos, como un eco lejano desde un tranquilo valle rodeado de arboledas en la vieja Olimpia.