Un millar de personas aprenden en las escuelas del tambor y garantizan el futuro del consorcio de la Ruta
Los lazos de convivencia se estrechan desde la infancia gracias a los desfiles y actos de hermanamientosLa tradición tamborilera en los pueblos de la Ruta del Tambor y Bombo tiene el futuro garantizado durante décadas gracias a la implicación de las escuelas del tambor, en las que aprenden a redoblar un millar de niños, adolescentes y adultos. Decenas de monitores velan por que la costumbre ancestral de tocar por Semana Santa en los nueve municipios sea cada vez más multitudinaria y con mayor destreza. En las dos últimas Jornadas de Convivencia del consorcio se organizó un desfile masivo para que los menores se conozcan tocando junto a niños de otros pueblos, igual que hacen los adultos, unos lazos que se refuerzan en otros hermanamientos puntuales.
Este año, la convivencia tuvo lugar el 23 y 24 de marzo en Urrea, el pueblo con menor población de la Ruta. Fue un reto organizativo solventado con éxito gracias a tamborileros como Eugenia Pamplona, que colabora en la formación de dos grupos, uno de 3 a 9 años en el que participan unas 15 personas, y otro de 10 a 18 años en el que hay 20.
“Empezamos el año pasado con el desfile en Albalate y hubo bastante participación, igual que este año con unos 400 niños. Se pidió que no pasaran de 50 por escuela porque la plaza de Urrea es reducida y se hizo un fin de toque como hacemos el Sábado Santo. Quedó muy bien y además con muy buen tiempo”, valoró.
Con el pasacalles se pretende “que los niños salgan de su pueblo para conocer otras Semanas Santas y se vayan conociendo entre ellos, para que cuando crezcan y vayan a las Jornadas Nacionales y de Convivencia la relación esté consolidada”, indicó.
“En las Jornadas de Convivencia los adultos tocamos en grupo por la noche y queríamos que los niños también se divirtieran entre ellos”, dijo Carlos Gómez, tamborilero de Albalate y uno de los promotores del primer desfile infantil en 2023. También se trata de “dar visibilidad a las escuelas y animar a los niños a participar en ellas”, recalcó.
En Albalate aprenden unas 55 personas, divididas entre los grupos de iniciación, infantil y juvenil. “Cuando yo empecé hace más de 30 años estábamos casi toda mi clase de la escuela. Este año, de cinco años creo que tengo a 5 o 6. Esa es la mayor diferencia”, indicó Gómez. No obstante, y pese a la despoblación, el espíritu tamborilero sigue vivo y cada vez se toca mejor. “La destreza viene del ensayo. Se les enseña lo básico cuando son muy pequeños, los toques tradicionales, y cuando pasan a juvenil empiezan a perfeccionar y aprender cosas de otros pueblos”.
En La Puebla de Híjar hay unos 35 niños aprendiendo desde después de Reyes hasta el Domingo de Ramos, cuando se lucen en la exaltación local. Junto al desfile de las Jornadas de Convivencia, esta actuación “es un premio para ellos porque se esfuerzan ensayando”, dijo Ángel Mendoza, quien puso el acento en programar sesiones divertidas para que lo tomen como un juego. “Esto no tiene que ser una obligación”, apostilló.
Más nivel desde cuna
“Hay mucho más nivel desde cuna”, dijo el tamborilero de La Puebla, por lo que gracias a las escuelas los niños “están aprendiendo a tocar de verdad y cuando suben a juveniles se nota un gran cambio” con respecto a generaciones anteriores.
Todos los pueblos tenían sus reservas durante la pandemia de que la tradición se mantuviera, pero con el paso del tiempo se ha evidenciado un incremento del interés por el tambor y el bombo. Los monitores también lo conservan y “esto es muy importante para meter en vena estas raíces que tenemos y que no se pierdan nunca”, concluyó Mendoza.
En Samper, el segundo pueblo más pequeño de la Ruta, el grupo de infantiles está integrado por 24 aprendices y los medianos superan los 30. “Cada vez hay menos niños porque la natalidad es menor, y cada año pensamos que va a venir menos gente, pero tenemos la suerte de que los fines de semana las familias están bajando desde Zaragoza”, observó la profesora Laura Igado.
La escuela de tambor de Samper es una gran embajadora de su Semana Santa y también hace por divulgar las de otros pueblos. Hace unas semanas estuvieron en Urrea de Gaén, donde tocaron La Palillera con sus vecinos y disfrutaron de las imágenes y los alabarderos. “Aprendimos mucho porque siempre estamos inmersos en nuestra Semana Santa y no conocemos las de otros pueblos”. También hicieron intercambio con Alcorisa.
“Hemos participado con la escuela en las Jornadas de Convivencia de la Ruta, en el desfile de las Nacionales de Andorra, y en los actos del Pregón y la exhibición de tambores del Domingo de Ramos en Alcorisa. Y desde el año pasado hacemos unos intercambios de conocimiento con las Semanas Santas de otros pueblos. Vino Samper y les devolvimos la visita unas 50 familias. Comimos y tocamos juntos. Es una gozada para todos y la idea es continuar”, explicó Armando Gracia, monitor de Alcorisa que, junto a otros voluntarios, enseña a unos 190 tamborileros.
“El futuro está asegurado”
“Hay mucha afición y por la parte de abajo creo que el futuro está asegurado. Lo malo es cuando pasamos la barrera de los 55 años, que empiezan las dolencias físicas y el cansancio y la gente se aparta un poco, pero cuando empiezan a tener nietos se enganchan otra vez. Pero la juventud cumple muy bien y es muy participativa”, se enorgulleció Gracia.
Alcañiz ha experimentado un gran crecimiento desde la pandemia y media docena de monitores de los Amigos del Tambor atienden a 215 personas ávidas por aprender, perfeccionar y redoblar con destreza. “Se están apuntando grupos de gente de 26 o 27 años que empiezan nuevos. Cuando ves que ponen cara de que están aprendiendo te quedas muy satisfecho, porque esto es altruista y precisamente se hace para que la gente se divierta; si no es así, no tiene sentido”, dijo el presidente de la asociación, Eduardo Bardavío.
También atraviesa un buen momento la tradición tamborilera en Híjar, motivada en buena medida por el concurso de tambores y bombos que la localidad celebra cada Domingo de Ramos. El elevado nivel que exhiben localidades como Almassora (Castellón) obliga a las cuadrillas locales a multiplicar ensayos.
Así lo constata Jesús Gómez, uno de los profesores de las 120 personas que acuden a las clases repartidas por edades. “Intentamos que se diviertan y meterles el gusanillo en el cuerpo. Ven lo que es el proceso de aprender y también el disfrutar encima de un escenario”, concluyó.
En Calanda, la motivación por tocar el tambor se ve incrementada conforme comienza a vislumbrarse la Semana Santa. Hay una escuela general, la de la cofradía de Jesús Nazareno, que enseña a tocar desde principios de año hasta que llega la Cuaresma, cuando los cofrades se agrupan en hermandades para comenzar los ensayos. En el grupo general habrá unos 30 tamborileros, un número insuficiente para el colaborador Rubén Medina. “Sigue habiendo relevo”, en parte gracias a familias con origen rumano o sudamericano que aportan, “pero necesitamos que los padres se impliquen más desde la cuna, que es donde puedes generar la afición”, animó.
Finalmente, en Andorra hay tres escuelas en función de la destreza y la edad. Este año la de Ángel Capapé se ha integrado en el Cristo de los Tambores, que maneja un volumen de 180 tamborileros. “A los infantiles les enseñamos los dos toques principales, que son Romper la Hora y La Procesión. Que cojan bien los palillos y vayan dando golpes, y algún redoble. Tratamos de que se diviertan. Cuando entramos en el grupo 1 añadimos técnica y los toques de diferentes pueblos de la Ruta. Y en el grupo 2 ya se perfecciona”, explicó el presidente de la cofradía, Aitor Pes, para quien tras el covid la tradición sigue más enraizada si cabe.
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