Vecinos que participaron en la salida al monte después del acto oficial
Samper de Calanda conmemora el Cuatrifinio en una jornada festiva y de buena vecindad
Representantes de Alcañiz, Caspe y Escatrón asistieron al encuentro de ‘Los cuatro mojones’
Jornada festiva y de reivindicación histórica de buena vecindad la vivida este sábado en Samper de Calanda, que convocó a sus vecinos y a representantes municipales de Alcañiz, Caspe y Escatrón para conmemorar el Cuatrifinio, esto es, el punto geográfico en el que confluyen los términos municipales de las cuatro localidades y que en la contornada se conoce como ‘Los cuatro mojones’.
El encuentro adquirió carácter oficial, después de que en 2022 se organizara una primera cita. Una recepción en el Ayuntamiento, una visita a una exposición sobre patrimonio local, un tentempié y un nuevo reencuentro en el Cuatrifinio aderezado con una representación teatral que terminó con una comida de alforja constituyeron el grueso de los actos preparados por la mañana por la asociación de Los Amigos de los Balsetes de Samper de Calanda.
El viento que sopló en el Bajo Aragón durante el día marcó la cita, aunque no por eso perdió ese carácter festivo que quisieron darle los samperinos, que este año han sido los organizadores del evento. Algunos vecinos se vistieron con traje regional para simbolizar la antigüedad y trascendencia de la efeméride.
Miguel Abós, vicepresidente de la asociación organizadora, se mostró “orgulloso” de haber podido recuperar y conmemorar esta histórica reunión, de la que existe documentación que atestigua que ya se celebraba en el siglo XVI. Documentos localizados en el Monasterio de Rueda fijan una cita entre los representantes de los Concejos municipales de los cuatro pueblos en 1570 en la que se discutió sobre los límites de cada término. La cuestión, según apuntó Abós, era trascendental para evitar conflictos entre vecinos sobre leña, agua u otras cuestiones de la vida cotidiana.
En los siglos sucesivos “hay constancia de otros” parlamentos similares, uno de los últimos ya en el siglo XX, en 1919, en el que participaron funcionarios del Instituto Geográfico y Estadístico.
El vicepresidente de la Asociación se congratuló de la “alta participación que se ha registrado durante prácticamente todo el día, en el que hemos llegado a estar hasta 100 personas”, valoró. Lamentablemente, el fuerte cierzo que sopló desde primera hora de la mañana acortó la tarde y los participantes regresaron a casa después de comer, “puesto que en el campo ya no se podía estar”. En cualquier caso, subrayó que “nuestra asociación está interesada en que el vecindario conozca el patrimonio histórico y etnográfico de nuestro pueblo; ya que mucha gente del pueblo desconoce muchas de estas zonas y lo que tenemos en ellas”. En este sentido, deseó que “en próximos años otros pueblos tomen el relevo y continúen con la celebración del encuentro”.
Y es que los cuatripuntos son una excepcionalidad geográfica, porque las fronteras y los territorios normalmente no se encuentran en grupos de más de tres.
No obstante, además de esta curiosidad geográfica, el patrimonio etnográfico de la contornada es digno de conocer, especialmente los balsetes, que han sido documentados con el paso de los años por la asociación samperina. Algunos de ellos se visitaron en el recorrido campestre que los vecinos pudieron realizar después de encontrarse en el Cuatrifinio.
“Los balsetes son excavaciones hechas sobre el terreno que construían los vecinos de Samper para poder disponer de agua suficiente; algunas de ellos podían tener hasta cuatro metros de profundidad”, dijo el vicepresidente de la entidad organizadora.
En un término municipal donde la escasez de agua subterránea es una realidad, los agricultores y ganaderos se vieron obligados a construir estos orificios de piedra sobre el terreno con el fin de garantizarse agua almacenada para aquellos momentos en los que tenían que pasar muchos días trabajando las tierras, algunas situadas a 15 o 20 kilómetros del pueblo. “Estaban varias semanas trabajando en el campo y tenían que subsistir, y estas construcciones, en las que se realizaban unos canalillos para que el agua de lluvia penetrara, les ayudaron a ello”, apuntó Abós.
Fue la propia Sociedad de Montes y los vecinos del pueblo los que se encargaron de limpiar y mantener con frecuencia estos pozos, pero la llegada de los tractores y del agua corriente los hizo innecesarios en un momento dado del siglo XX y terminaron abandonándose por falta de uso.
Según ha podido documentar la asociación, desde el siglo XIX se construyeron más de un centenar de balsetes y balsas para recoger el agua de lluvia que encauzaban hasta allí, y también pozos con agua salitrosa solamente apta para ganado y caballerías. Con el fin de valorizar este patrimonio etnográfico local y comarcal, la asociación, que ha documentado hasta 70 construcciones de este tipo, ha rehabilitado la mitad de este patrimonio y diseñado ocho rutas ciclistas y senderistas señalizadas para que paseantes oriundos y foráneos se empapen de esta particular cultura del agua esteparia.
El encuentro adquirió carácter oficial, después de que en 2022 se organizara una primera cita. Una recepción en el Ayuntamiento, una visita a una exposición sobre patrimonio local, un tentempié y un nuevo reencuentro en el Cuatrifinio aderezado con una representación teatral que terminó con una comida de alforja constituyeron el grueso de los actos preparados por la mañana por la asociación de Los Amigos de los Balsetes de Samper de Calanda.
El viento que sopló en el Bajo Aragón durante el día marcó la cita, aunque no por eso perdió ese carácter festivo que quisieron darle los samperinos, que este año han sido los organizadores del evento. Algunos vecinos se vistieron con traje regional para simbolizar la antigüedad y trascendencia de la efeméride.
Miguel Abós, vicepresidente de la asociación organizadora, se mostró “orgulloso” de haber podido recuperar y conmemorar esta histórica reunión, de la que existe documentación que atestigua que ya se celebraba en el siglo XVI. Documentos localizados en el Monasterio de Rueda fijan una cita entre los representantes de los Concejos municipales de los cuatro pueblos en 1570 en la que se discutió sobre los límites de cada término. La cuestión, según apuntó Abós, era trascendental para evitar conflictos entre vecinos sobre leña, agua u otras cuestiones de la vida cotidiana.
En los siglos sucesivos “hay constancia de otros” parlamentos similares, uno de los últimos ya en el siglo XX, en 1919, en el que participaron funcionarios del Instituto Geográfico y Estadístico.
El vicepresidente de la Asociación se congratuló de la “alta participación que se ha registrado durante prácticamente todo el día, en el que hemos llegado a estar hasta 100 personas”, valoró. Lamentablemente, el fuerte cierzo que sopló desde primera hora de la mañana acortó la tarde y los participantes regresaron a casa después de comer, “puesto que en el campo ya no se podía estar”. En cualquier caso, subrayó que “nuestra asociación está interesada en que el vecindario conozca el patrimonio histórico y etnográfico de nuestro pueblo; ya que mucha gente del pueblo desconoce muchas de estas zonas y lo que tenemos en ellas”. En este sentido, deseó que “en próximos años otros pueblos tomen el relevo y continúen con la celebración del encuentro”.
Y es que los cuatripuntos son una excepcionalidad geográfica, porque las fronteras y los territorios normalmente no se encuentran en grupos de más de tres.
No obstante, además de esta curiosidad geográfica, el patrimonio etnográfico de la contornada es digno de conocer, especialmente los balsetes, que han sido documentados con el paso de los años por la asociación samperina. Algunos de ellos se visitaron en el recorrido campestre que los vecinos pudieron realizar después de encontrarse en el Cuatrifinio.
“Los balsetes son excavaciones hechas sobre el terreno que construían los vecinos de Samper para poder disponer de agua suficiente; algunas de ellos podían tener hasta cuatro metros de profundidad”, dijo el vicepresidente de la entidad organizadora.
En un término municipal donde la escasez de agua subterránea es una realidad, los agricultores y ganaderos se vieron obligados a construir estos orificios de piedra sobre el terreno con el fin de garantizarse agua almacenada para aquellos momentos en los que tenían que pasar muchos días trabajando las tierras, algunas situadas a 15 o 20 kilómetros del pueblo. “Estaban varias semanas trabajando en el campo y tenían que subsistir, y estas construcciones, en las que se realizaban unos canalillos para que el agua de lluvia penetrara, les ayudaron a ello”, apuntó Abós.
Fue la propia Sociedad de Montes y los vecinos del pueblo los que se encargaron de limpiar y mantener con frecuencia estos pozos, pero la llegada de los tractores y del agua corriente los hizo innecesarios en un momento dado del siglo XX y terminaron abandonándose por falta de uso.
70 documentados
Según ha podido documentar la asociación, desde el siglo XIX se construyeron más de un centenar de balsetes y balsas para recoger el agua de lluvia que encauzaban hasta allí, y también pozos con agua salitrosa solamente apta para ganado y caballerías. Con el fin de valorizar este patrimonio etnográfico local y comarcal, la asociación, que ha documentado hasta 70 construcciones de este tipo, ha rehabilitado la mitad de este patrimonio y diseñado ocho rutas ciclistas y senderistas señalizadas para que paseantes oriundos y foráneos se empapen de esta particular cultura del agua esteparia.
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