Los restos del maqui Francisco Serrano ya están en Castellote 67 años después
La Generalitat de Cataluña hace entrega del cuerpo a la familia, que homenajeará al Rubio en fechas próximasTras casi siete décadas en una fosa común de Tortosa (Tarragona), los restos del maqui Francisco Serrano, el Rubio, viajaron este jueves rumbo al cementerio de Castellote junto a su hija, Lidia, que a los 85 años podrá dar la ansiada sepultura a su padre: “Cuando murió, no nos dejaron ni salir del pueblo”.
El cementerio de Els Reguers de Tortosa, donde el Rubio fue enterrado en 1954, boca abajo, sin ataúd y sin una señal que lo identificara, fue este jueves escenario del emotivo acto de entrega de los restos mortales a la familia, por parte de la directora general de Memoria Democrática de la Generalitat de Cataluña, Gemma Domènech.
Un placa conmemorativa instalada por el Gobierno catalán señala el lugar en que el maqui yació durante 67 años, tras morir al recibir un disparo en el intento de asalto de una masía, hasta que a finales del año pasado sus restos fueron identificados al cotejarlos con el perfil genético de su hija.
Lidia, que, acompañada a su vez de su hija Ángeles Castel, recibió unos restos que llevaba veinte años intentando localizar, no oculta su orgullo por las palabras en recuerdo de su padre grabadas en la placa del cementerio: “Dejo más que de lo que me llevo”, afirma.
La nieta del maqui confirmó a este periódico que los restos ya están en Castellote, donde se hará “un pequeño homenaje” en próximas fechas con asociaciones memorialistas.
Guerrillero antifranquista
Francisco Serrano, apodado el Rubio, fue un guerrillero antifranquista que operaba por la zona del Maestrazgo, Els Ports de Castellón y la comarca tarraconense de la Terra Alta, junto al también maqui Florenci Pla, alias Durruti y popularmente conocido como la Pastora.
La noche del 3 de agosto de 1954, asaltaron una masía de Els Reguers, a la hora de cenar, e intentaron secuestrar a la hija de los dueños a cambio de dinero y víveres. En un momento de distracción, otro de los hijos, que había sido oficial de milicias, disparó a Francisco Serrano y lo dejó malherido.
Ambos guerrilleros huyeron de la casa, pero mientras la Pastora logró llegar hasta Andorra, Francisco Serrano cayó muerto cerca de la masía, en el barranco de Vallcervera. El alguacil y el sereno del pueblo cargaron el cadáver en un carro y se lo llevaron al cementerio, donde lo sepultaron en una fosa en la tierra.
La Guardia Civil viajó entonces a Castellote, donde vivía la familia del Rubio y, tras comunicarle la muerte del guerrillero, mostraron una fotografía de su cadáver a su esposa para que lo identificara, pero ni le informaron de dónde estaba enterrado ni le permitieron salir del pueblo para ir en su busca, relata Lidia.
La hija del Rubio recuerda los años posteriores a la muerte de su padre como una etapa de “mucho dolor”: a la angustia de no saber dónde yacía ni tener un lugar donde llorarle se unieron las represalias y discriminaciones que tuvo que afrontar la familia en el pueblo, marcada como desafecta al régimen.
“Sobre todo, los primeros años, cuando yo era pequeña, después las cosas han ido cambiando”, sostiene Lidia.
La familia del Rubio sabía solo que estaba enterrado en algún lugar de Tortosa, sin más datos, por lo que hace 20 años inició las gestiones para localizar el cadáver del maqui, infructuosas hasta que recientemente se reactivaron gracias al plan de fosas y el programa de identificación genética de la Generalitat.
Tras recuperar los restos, Lidia regresa “satisfecha” a su pueblo, no solo porque en el cementerio de Castellote su padre tendrá por fin una sepultura digna, también por la placa que deja atrás en el camposanto de Tortosa, con la que, subraya, “se sabrá para siempre que estuvo allí enterrado 67 años”.