Lledó pide a Educación que le ayude a mantener las instalaciones escolares
El Ayuntamiento está desbordado por el aumento de matrículas -de 3 a 36- en cinco añosEl salón social de Lledó y su cesión de uso a la población escolar enfrenta desde principios de curso a una parte de la comunidad educativa con el Ayuntamiento, que ha visto como este pueblo de 172 habitantes aumentaba en seis años su alumnado de infantil y primaria -desde 2013 a 2019 ha pasado de 3 a 36 alumnos- y, de manera paralela, el número de edificios escolares y los costes de mantenimiento. Y todo ello sin que esos números tuvieran reflejo alguno en el padrón municipal (el último oficial de 2018 registra el mismo número de empadronados que el de 2013).
El aumento en el número de matrículas daría pie a pensar que en esta localidad del Matarraña se ha producido un milagro demográfico en la lucha del medio rural contra la despoblación, pero los números son engañosos y la realidad es otra. No en vano, este crecimiento de la población escolar no se ha visto replicado apenas en el empadronamiento, pues dos tercios de los alumnos que acuden al centro pertenecen a familias que no residen en el pueblo, sino en poblaciones del Matarraña mucho más grandes y que tienen su propio colegio.
El reclamo del aula de Lledó para que padres y madres que residen en otros municipios (Valderrobres y Creas) decidan matricular a sus hijos en este centro obedece a una nueva metodología de enseñanza que, a grandes rasgos, está basada en proyectos. El curso pasado hasta hubo dos niños de Batea (Tarragona) que se desplazaban a diario hasta este pueblo para asistir a clase. Y e año anterior, el Gobierno de Aragón invirtió algo más de 200.000 euros en un aula nueva dado el incremento de población escolar experimentado en los últimos cuatro años.
El fondo de la cuestión que ha llevado al Ayuntamiento de Lledó a oponerse a ceder su salón social -una nave cerrada con escenario y barra de bar- para que pueda ser utilizado en los recreos o durante la clase de Educación Física es básicamente económico. Los gastos de mantenimiento de las instalaciones escolares, a las que se sumó el curso pasado el salón social -cuyo uso sí fue autorizado- se han disparado, según argumenta María Teresa Crivillé, alcaldesa del pueblo. Pero solo 12 de los 36 niños matriculados pertenecen a familias que residen o están empadronados.
Aún con todo, la regidora se mostró dispuesta a llegar a un acuerdo sobre el uso de las instalaciones con el departamento de Educación, pero quiere que sea el Gobierno de Aragón quien lo autorice por escrito y “hable con nosotros”.
La polémica sobre el uso de este salón social y su no cesión en el curso 2019-2020 la hizo pública en redes sociales una madre que tiene matriculados a sus hijos en el colegio de Lledó. A través de twitter, Carlota Torrents escribió: “Mis hijos van a un colegio de un pueblo de Teruel de 170 habitantes. El Ayuntamiento no les deja el pabellón en horario escolar porque se ensucia, así que esta semana, que llueve, están haciendo la Educación Física en el aula”.
A continuación, la denunciante aportó un escrito en el que denuncia “las dificultades por las que tenemos que pasar toda la comunidad educativa para que se cumplan los mínimos de los mínimos: un aula para cada grupo y un espacio donde poder realizar la asignatura de Educación Física”. En este sentido, añadió que “este curso se inició con la desagradable sorpresa de que el Ayuntamiento había decidido no ceder el pabellón en horario escolar” bajo la “excusa de que debido al uso de 36 niñas y niños, se ensucia y deteriora”.
La madre insistió en que el Ampa, el equipo directivo y el departamento de Educación han intentado mediar “sin resultados”, aunque la realidad es que no todos los padres de los alumnos de Lledó están de acuerdo en la opinión de esta madre. Los residentes en el pueblo tienen una postura mucho más comprensivos con la reacción municipal.
Esta semana, los niños explicaron a sus padres que la clase de Educación Física se tuvo que realizar en el aula. Y eso motivó las quejas de Torrents, que criticó la falta de sensibilidad del Ayuntamiento, cuando, añadió, “ha multiplicado por 10 su alumnado en cinco años, lo que es el anhelo de cualquier población de Teruel”. Esta madre se olvidó de explicar que solo un tercio de las familias de los alumnos de Lledó están realmente empadronados en el pueblo.
Desde el departamento de Educación se limitaron a señalar que están en conversación con el Ayuntamiento para “desbloquear” esta situación.
La alcaldesa, por su parte, aseguró que espera reunirse con Educación. No en vano, al margen del mantenimiento de las instalaciones, que han duplicado su espacio, están los gastos de limpieza, de los que se encarga la única persona contratada por el Ayuntamiento, la alguacila, que de limpiar un día las instalaciones ha pasado a hacerlo cinco. Y el Ayuntamiento se niega a encargarle también la limpieza diaria del salón social.
La alcaldesa afirmó que la voluntad del equipo de gobierno es la de “descolapsar esta situación”, porque “lo más importante es dar bienestar a los niños, pero también lo es conservar lo que tenemos”. El salón social es el único espacio que tiene el pueblo disponible para los eventos sociales de los vecinos, añadió Crivillé.
Aparte de ello, la regidora explicó que el consistorio no se ha negado a prestar las instalaciones “cuando las necesiten”. De hecho, “en una reunión que mantuvimos con las maestras, les dijimos que cuando necesitaran usar el espacio porque llovía o hacía frío, que nos pidieran la llave, pero lo que nos han pedido en una carta por escrito es que les cedamos el salón, y no podemos hacerlo de manera permanente porque es lo único que tiene el pueblo”.
El local es una nave cubierta en donde los vecinos celebran eventos y festividades. Tiene una barra de bar y un escenario elevado. “Si Educación nos comunica por escrito que es un lugar idóneo, lo prestaremos para el uso”. Aún con todo, la alcaldesa declaró que el Ayuntamiento necesita “hablar con Educación de muchas cosas”, más allá del uso de la instalación.
La nave de la polémica se encuentra anexa al colegio y a la pista polideportiva -de titularidad municipal- en la que los niños pasan el recreo y hacen Educación Física cuando no llueve.