Las testificales descartan que el acusado de matar a su novio en Alcañiz se encontrara bajo los efectos del alcohol
Un informe de la Guardia Civil apunta que el acusado llevaba puesto el collar que usó para matarLos agentes de la guardia civil y los facultativos que intervinieron nada más producirse el homicidio ocurrido el 12 de julio de 2020 en Alcañiz, aseguraron que el acusado no presentaba síntomas de encontrarse bajo los efectos del alcohol, como tener el habla pastosa o moverse con dificultad. Coincidieron en ello prácticamente todos los testigos que fueron citados en la segunda jornada del juicio con jurado popular que se sigue en la Audiencia Provincial de Teruel contra Jorge Joaquín M. M., acusado de matar a su novio tras mantener una discusión.
El segundo día de la vista oral puso también de manifiesto casi con certeza que el collar con el que presuntamente el encausado estranguló a su pareja lo portaba él mismo, mientras que en la sesión de hoy se verán las pruebas periciales que pretenden corroborar que fue el arma homicida empleada a modo de lazo para matar a la víctima.
Ambas cuestiones son desfavorables para la defensa, aunque esa es una de las cuestiones que deberá deliberar el jurado popular que juzga a Jorge Joaquín M. M., que en la primera sesión del juicio aseguró que no recordaba nada de lo sucedido desde que estuvieron en el último bar, y que habían bebido mucho ese día además de fumarse varios porros.
Los agentes que declararon como testigos y que intervinieron nada más producirse el homicidio, así como un médico de urgencias, coincidieron la mayoría en señalar que no vieron que el encausado estuviese borracho. Fue una cuestión en la que insistió la acusación particular en representación de la familia de la víctima, puesto que podría desmontar el argumento del acusado de que se encontraba bajo los efectos del alcohol, mientras que la Fiscalía puso énfasis en que el collar empleado para el crimen lo llevaba al cuello el homicida.
La jornada del martes se centró en las pruebas testificales, es decir, la declaración de las personas que fueron testigos de lo ocurrido aquel día en un masico próximo a Alcañiz. El homicidio se cometió en presencia del padre del acusado, que ha fallecido, mientras que la madre, que se encontraba igualmente en la vivienda, también murió con posterioridad a estos hechos. El resto de testigos fueron los agentes que intervinieron en la detención, el levantamiento del cadáver y las inspecciones oculares practicadas, una vez cometido el homicidio.
Al no haber vivos testigos presenciales del crimen, salvo su autor, que sostiene no acordarse de nada, las pruebas son inferidas por lo que vieron los agentes al llegar, y los peritajes que se verán hoy realizados por profesionales como los médicos forenses que hicieron la autopsia del cadáver y los que hicieron el informe psicológico del acusado, entre otros.
De las testificales se evidenció que el aviso a la Guardia Civil lo hizo por teléfono la madre del acusado, que estaba muy nerviosa y que manifestó que “la iban a matar”. Primero llegaron dos guardias civiles, que encontraron al padre cabizbajo y solo decía como si estuviera fuera de sí: “lo ha matado, lo ha matado, no he podido hacer nada”.
Fue el padre quien confirmó a los agentes que había sido la madre quien dio el aviso por teléfono y que se había subido al tejado de la casa para protegerse. Cuando los guardias avanzaron y entraron en la finca fue cuando la mujer salió despavorida “corriendo, nerviosa, en estado de ansiedad, gritando, me va a matar, me va a matar”, relató la primera agente que testificó.
Avanzaron despacio y a la altura de la piscina vieron el cuerpo de la víctima en posición decúbito supino, por lo que decidieron esperar a que llegaran otros dos agentes de la patrulla de la Guardia Civil de Calanda, además de dos policías locales de Alcañiz.
Cuando estuvieron los seis iniciaron el registro de la vivienda hasta que encontraron al acusado escondido dentro del armario de una habitación, con ropa cubriéndolo e intentando taparse el cuerpo con la almohada de la cama. “Se estaba escondiendo”, dijo una agente a preguntas de la defensa, puesto que al entrar en la vivienda se habían identificado como guardias civiles y no había respondido.
Sobre su manera de hablar, la misma testigo dijo que era “lenta”, pero “no pastosa”, y que al salir de su escondite preguntaba todo el rato si había matado él a su novio y si aquello no era un sueño. “Se le veía como si no estuviera presente”, añadió.
“No recuerdo que tuviera el habla pastosa”, comentó el otro agente de la patrulla de Alcañiz, quien relató que no ofreció resistencia para salir de su escondite ni se mostró agresivo con ellos. En ese momento dedujeron que había habido una pelea porque había cosas rotas fuera. Ninguno de estos agentes llegó a percatarse del collar que había en una hamaca junto a la piscina donde estaba el cadáver.
Otro de los guardias de la patrulla de Calanda reiteró también que el acusado “hablaba con claridad”, sin voz pastosa propia de quienes han bebido, y en términos similares se expresó uno de los policías locales que intervinieron, que añadió que “andaba normal” y que lo vio “como asustado” y en estado de “shock”.
Por otra parte, uno de los agentes que intervino en la diligencia de la inspección ocular al hacer el levantamiento del cadáver comentó que al ver las lesiones en el cuello se percató de que no eran las típicas de un estrangulamiento con las manos ni arañazos, porque las marcas “estaban perpendiculares al cuello”. Este guardia sí vio en la hamaca el collar de cuero y piezas metálicas, que asociaron con la posible arma homicida empleada para cometer el crimen.
Las pesquisas de la Guardia Civil se centraron en determinar a partir de ese momento quién llevaba el collar, ya que el acusado no dijo nada. Dos agentes indagaron en los perfiles de las redes sociales de la víctima y el acusado, además del móvil de este último. En Instagram encontraron dos publicaciones en enero y febrero de ese año con fotos en las que el acusado portaba el collar, e intentaron rastrear las imágenes de los sistemas de videovigilancia de los bares en los que habían estado.
En las imágenes del último bar que visitaron localizaron una de Jorge Joaquín M. M. en la que “llevaba algún tipo de complemento al cuello”, que infirieron que se trataba del collar aparecido en la hamaca junto a la piscina, aunque admitieron que la calidad de la imagen “no era muy buena”. Sobre cómo estaba el collar en la hamaca el día de los hechos, los agentes manifestaron que creían que estaba cerrado, aunque no lo recordaban.
Durante la sesión de ayer los miembros del jurado pudieron ver varias imágenes de la inspección ocular realizada por la Guardia Civil al día siguiente, cuyos agentes que la realizaron declararon como testigos y peritos. El informe reveló que en la habitación donde se escondió el acusado había una maleta a medio llenar, que en una zona exterior en un porche había macetas rotas con una mesa y una silla tiradas como si hubiera habido una pelea, y que la piscina no está a ras del suelo sino que había que superar un bordillo de medio metro.
Los últimos en declarar fueron dos médicos de urgencias que asistieron al encausado por unas excoriaciones que llevaba en las rodillas. Uno de los facultativos dijo que no recordaba que estuviese bajo un gran grado de intoxicación etílica, y que dio positivo en la prueba de cannabis, si bien precisó que era compatible con el consumo días atrás.
El arma empleada en el crimen será hoy objeto de atención en las periciales
La sesión de hoy de la vista oral, tercera del juicio y previsiblemente la última salvo que los informes finales de las partes se dejen para el día siguiente, se centrará en las pruebas periciales consistentes tanto en los informes psicológicos y psiquiátricos del acusado, el análisis forense de la autopsia del cadáver y la reconstrucción del crimen que se hizo cuando estaba vivo todavía el padre, que fue quien presenció lo ocurrido entre su hijo y su novio, y que intentó evitarlo.
Una de las periciales que se esperan con mayor expectación es el informe forense, puesto que las marcas en el cuello estarían asociadas a los abalorios del collar que apareció en la hamaca junto a la piscina donde se produjo el homicidio.
Es una prueba determinante puesto que las acusaciones pretenden demostrar que el acusado llevaba el collar en su cuello y se lo quitó para utilizarlo como arma homicida estrangulando con él a su novio. Los informes que se vieron ayer apuntan a que podía llevarlo él, si bien los agentes precisaron que “en sede judicial no manifestó que el collar fuera suyo”. Otro de los guardias apuntó que al hacer el levantamiento del cadáver se percataron de que las marcas en el cuello podían tener relación con el collar, de cuero y abalorios metálicos. Determinarlo sería clave, y así se intentará hoy con la prueba forense, para demostrar la intencionalidad del acusado de causar la muerte, frente a la imprudencia que alega la defensa.
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