La Val de Zafán, el tren que llegó y luego se detuvo: una exposición de la fotógrafa Sonia Celma reflexiona sobre la despoblación
Coincidiendo con el Día Mundial de la Educación Ambiental, Alcañiz inauguró anoche en la Biblioteca la exposición Cuando llegó el tren. Cuando el tren se detuvo. Se trata de un proyecto fotográfico de Sonia Celma, arquitecta municipal y fotógrafa que, a través de 24 imágenes en blanco y negro, sugiere como las distintas estaciones de tren de la antigua vía de ferrocarril de Val de Zafán, la gran mayoría abandonadas y en estado de ruina, son un reflejo de lo que ha pasado en la provincia con sus pueblos en los últimos siglos.
La autora observa con nostalgia esos edificios abandonados que en un momento dado representaron la ilusión de miles de familias bajoaragonesas por la llegada de la modernidad y la conexión con el mar Mediterráneo, “igual que ocurrió hace unos años con la autovía”, puntualiza Celma, otro proyecto que, como ocurrió con el reivindicado tren decimonónico, se reivindicó con suma ilusión hasta que la realidad se impuso.
Las 24 fotografías que pueden verse en la Biblioteca hasta el próximo 8 de marzo, ofrecen una mirada melancólica acerca de un pasado y un presente sobre los que Celma invita a pensar, a “reflexionar” sobre el “por qué tenemos la sensación de haber perdido demasiados trenes y somos una población resignada que se encuentra ahora en una situación similar a la de entonces” en cuanto a proyectos anhelados y no conseguidos. Y todo ello recuerda el gran problema de la provincia, la despoblación. “Hay estudios que señalan que la provincia de Teruel va a perder una quinta parte de sus habitantes y de sus pueblos en los próximos años”, enfatiza la autora, quien ve reflejado ese destino del que hablan los estudios estadísticos en las estaciones de tren de la antigua Val de Zafán como si estos antiguos apeaderos fueran el símbolo de esta larga agonía.
La arquitecta ha captado en un instante en su calidad de fotógrafa aquellos edificios que mejor representan el sueño ferroviario del Bajo Aragón por conectarse con el mar Mediterráneo: las estaciones de La Puebla de Híjar, Samper de Calanda, Puigmoreno, Alcañiz, Valdealgorfa, Valjunquera, Valdeltormo, Valderrobres, Arnes-Lledó, Horta de San Juan, Bot, Prat del Compte y Pinell de Brai. Aunque la mayoría están en estado de ruina y abandonadas, las hay que todavía se mantienen rehabilitadas por estar en uso, como es el caso de la estación de La Puebla de Híjar y la de Tortosa, mientras que otras han adquirido un uso turístico y hotelero impulsadas por la vía verde de Val de Zafán. Se trata de los apeaderos de Torre del Compte, Cretas, Benifallet, Xerta y Aldover, rehabilitados en su momento para su aprovechamiento turístico y que no aparecen en la exposición.
De color a blanco y negro
Todas las fotografías que integran este documental gráfico fueron realizadas a color por Celma, que procesó posteriormente cada instantánea en blanco y negro.
Junto al compendio imágenes de las estaciones encontramos otras que recuerdan que aquel proyecto ferroviario tuvo un rayo de vida e ilusiones. Así, junto a las de los edificios encontramos otras fotografías, como la titulada Equipajes de tierra, en la que vemos un objeto que perteneció a José Aguiló Figuerola, quien transportaba usuarios del tren desde la estación hasta su pueblo (Valjunquera). Otra de ellas, llamada El último. Cesta de aire refleja un objeto que en su momento empleó Manuel Insa Folch, ferroviario de la línea Val de Zafán.
Estas dos imágenes parecen un adelanto de lo que será o podría ser una segunda parte de la exposición que algún día verá la luz, según promete la autora, y que se materializará cuandoâÂÂÂÂSonia Celma termine el encargo realizado para la Universidad de Cádiz tras recibir una beca en el Seminario de Fotografía de Albarracín. Tal y como recordó, esa segunda parte de la exposición tomará forma a partir de los archivos fotográficos de las familias de los antiguos ferroviarios de Val de Zafán, un colectivo “que fue muy potente en Alcañiz, que tenían una colectividad y de los que todavía se conserva un estandarte en la procesión del Corpus”, detalló la fotógrafa. Esa colección de fotografías que pueden compilarse en el futuro servirán para contar las historias de vida de aquellos que estuvieron vinculados al ferrocarril en el Bajo Aragón.
De momento, ya se puede disfrutar de las 24 imágenes que conforman esta primera parte en el Palacio Ardid, ilustraciones en blanco y negro que rinden homenaje a quienes en su momento hicieron lo posible por que la modernidad, representada en forma de tren, llegar al Bajo Aragón. También a aquellos que trabajaron y anhelaron un futuro mejor con la llegada de aquella tecnología de vapor que se hizo realidad en la segunda mitad del siglo XIX.
Desde 1895
El tren llegó a Alcañiz en 1895, con 13 años de retraso. La aparición por los raíles de aquella primera locomotora fue vivido con enorme ilusión por el pueblo. Su construcción siguió con tropiezos, suspensiones de pagos y lentitud y solamente fue acelerada por las necesidades de guerra durante el periodo 1936-1939. En el año 1973 dejó de circular y cada una de las estaciones fueron abandonadas.
La reconversión del antiguo trazado del ferrocarril en vía verde ha salvado al menos a la antigua plataforma de morir definitivamente engullida por las malas hierbas como lo están haciendo los distintos edificios de cada uno de los antiguos apeaderos, donde la maleza se ha adueñado de las pequeñas estancias que alguna vez ocuparon camineros y ferroviarios.
La autora de la exposición, que desde 2017 atesora una dilatada formación en el mundo de la fotografía, presenta en esta exposición una visión metafórica de aquella linea ferroviaria y de sus estaciones, como si la historia pasada se pudiera volver a repetir o ya se estuviera repitiendo.