La Torre del Campamento de Alcañiz, un telégrafo óptico fortificado de la tercera guerra carlista
Se trata de una construcción defensiva que utiliza aspas y cadenas o cuerdas para el envío de mensajes en claveLas Guerras Carlistas dejaron una fuerte huella en las fortificaciones de la provincia de Teruel. En buena parte de ellas, se acometieron nuevas obras de adaptación a los principios poliorcéticos impuestos por la guerra de asedio del siglo XIX. Muchas sufrieron importantes destrucciones, que aceleraron su ruina.
Pero también se erigieron nuevas fortificaciones, enriqueciendo nuestro Patrimonio Bélico. Éste es el caso de la Torre del Campamento de Alcañiz, construida durante la Tercera Guerra Carlista. En agosto de 1875, el general Manuel de Salamanca y Negrete (1831-1890) asumió el cargo de Comandante General de la División del ejército liberal, creada para la defensa del Maestrazgo y la margen derecha del Ebro. Tras estudiar los medios materiales y humanos disponibles, detectó que era muy difícil la defensa del Ebro, debido al casi centenar de puntos vadeables que presentaba a lo largo de su recorrido.
Esto facilitaba las incursiones de las partidas carlistas, que podían abastecerse en los pueblos del Bajo Aragón, sin que fuera posible una rápida respuesta capaz de contrarrestar este peligro latente. Ante la imposibilidad de desplegar fuerzas militares en todos los puntos susceptibles de ser amenazados, consideró necesario establecer un sistema que facilitara la rápida comunicación entre ambas orillas, de tal manera que las tropas liberales pudieran acudir con la necesaria premura.
Para ello, el general Salamanca solicitó al Ministerio del Ejército el incremento de medios con los que poder concluir la línea de telegrafía eléctrica que se estaba instalando entre Zaragoza y el Mediterráneo. Pero el problema, es que era muy vulnerable, pues se podía sabotear con el simple corte del hilo en cualquier punto de su trazado. Y era imposible proteger los varios cientos de kilómetros por los que se prolongaba. De ahí que el general Salamanca también decidiera duplicar el sistema de comunicaciones, recurriendo a la instalación de una línea de telegrafía óptica.
Aunque la idea de comunicarse a distancia mediante señales es muy antigua, la telegrafía óptica no se empezó a desarrollar hasta finales de la Edad Moderna, una vez desarrollados los catalejos y otros instrumentos ópticos que permitían hacer más complejos los mensajes y reducir el número de puntos intermedios. El primer telégrafo óptico operativo de larga distancia (París-Lille) data de 1794. En España se creó la línea de Madrid-Aranjuez en 1800; a partir de la experiencia adquirida en el frente Norte durante la Primera Guerra Carlista, en 1844 se estandarizan las torres ópticas fortificadas; a partir de ese momento se crean las primeras líneas estables en España de larga distancia, ninguna de las cuales atravesaba la provincia de Teruel. Pero, paralelamente, se fue desarrollando la telegrafía eléctrica, mucho más rápida y efectiva; en 1855 se diseñó la primera red, que en menos de una década alcanzó un importante grado de desarrollo, llegando a todas las capitales de provincia peninsulares.
Por tanto, en 1875 la telegrafía óptica se consideraba una tecnología superada en tiempos de paz; pero se consideraba como el método más seguro durante un conflicto bélico, al requerir menos medios humanos para asegurar su protección. El propio general Salamanca ideo un nuevo dispositivo, que a partir de ese momento pasó a la bibliografía como “aparato Salamanca”
Tras ser aceptada la petición, en agosto de 1875 el Cuerpo de Ingenieros del Ejército reconoció el terreno entre Fuentes de Ebro y Amposta, con el fin de seleccionar los puntos más adecuados para instalar las torres ópticas. Además de erigir estas estructuras, también construyeron grandes fortines como la Torre de Salamanca de Caspe, y se reutilizaron campanarios de iglesias o torres de castillos, como el de Alcañiz. La rápida construcción de las torres fue posible gracias a la contribución de los municipios, que aportaron mano de obra y equipamientos. El Ejército estableció el diseño de las estructuras, dirigió los trabajos y proporcionó los aparatos de telegrafía.
Sin embargo, estas estratégicas torres apenas tuvieron uso, pues su construcción finalizó al acabar la guerra. A principios del año siguiente, el Ejército liberal retiró los aparatos telegráficos de todas las torres y los edificios nunca más fueron ocupados.
Posición geoestratégica
La Torre del Campamento ocupaba una posición geoestratégica en el entorno de Alcañiz. Se trata de una elevación de la sierrecilla que se extiende entre los barrancos del Ciego y de los Judíos, a 1,6 kilómetros al Sureste del Castillo de Alcañiz. Mantenía contacto visual con esta fortaleza y con la torre óptica ubicada en Valdealgorfa. La línea de comunicación se prolongaba por el Sur con la Torre de Valdeluna (Ráfales) y, ya en tierras castellonenses, con la Torre de la Pobleta y con Morella, con un trazado próximo al de la red de telegrafía eléctrica.
La Torre del Campamento respondía a un modelo estandarizado de torre. Adoptaba la planta cuadrada con aproximadamente 5 metros de lado y en torno a 7 de altura. A su alrededor contaba con un foso de 2 metros de profundidad excavado en la roca, con escarpa ataluzada y recrecida con muro de mampostería que protegía la cimentación de la torre. Aunque hoy en día se encuentra rodeada de vegetación, en su momento el espacio circundante estaría totalmente despejado, para que el arbolado no interfiriera en la línea de tiro de los defensores.
La estructura estaba realizada con fábrica de mampostería, trabada con mortero de yeso y con esquinas de sillería que sobresalen ligeramente del lienzo del muro. Los acabados exteriores fueron muy cuidados, como lo demuestra la cornisa con moldura de yeso en caveto o la sillería de las jambas y del arco adintelado de la puerta. Para facilitar el revestimiento del paramento exterior, se trazaron una “regletas” de yeso, que debían quedar tapadas; la degradación de la capa de mortero y/o la no finalización de los trabajos, hacen aflorar dichas “regletas” en la Torre del Campamento, lo que explica la extraña apariencia de los paramentos exteriores. Tanto los muros, como el parapeto que protegía la terraza, estaban perforados por abundantes aspilleras, de forma que no existieran ángulos muertos sin batir en la base de la torre.
El acceso se efectuaba a través de una especie de puente levadizo, del que se conservan las ranuras de la cadena. Su espacio interior quedaba articulado en dos plantas, además de la terraza; una albergaba el cuerpo de guardia y otra el almacén. En la terraza se situaba el aparato telegráfico óptico utilizado para hacer las señales. La planta baja era de mayor altura y sus aspilleras estaban dispuestas por encima de la cota del dintel de la puerta, por lo que era necesaria la existencia de una plataforma perimetral de tiro.
En época de guerra, estaba previsto que la dotación militar de cada torre fuera de 20 hombres, de los cuales 4 serían los telegrafistas encargados de manejar los aparatos. Hay que tener en cuenta que la posición no estaba pensada para hacer frente a un ataque a gran escala con artillería, sino para contener a pequeñas partidas carlistas, dando tiempo a que pudieran acudir refuerzos hasta el lugar atacado. Así pues, esta guarnición resultaba más que suficiente para este fin.
Además de la Torre del Campamento, en el término de Alcañiz se acondicionaron otros dos puntos más para telegrafía óptica dentro de la red diseñada por el general Salamanca: la Torre del Gordizo (con un diseño similar a la Torre del Campamento) y la torre del homenaje del castillo calatravo (adaptándola para esta finalidad).
El sistema de comunicación
La Torre del Campamento, así como el resto de las estructuras que formaban parte de la nueva línea, estaban destinadas a albergar el “aparato Salamanca”. Constaba de un mástil de madera de unos 6 metros de altura con dos grandes aspas, dispuestas cada una de ellas a los lados del eje. Su accionamiento y fijación posterior se producía por medio de un sistema de cuerdas o cadenas.
En la parte superior del poste había un gallardete, que era el encargado de comunicar cuando daba comienzo la transmisión del mensaje. El funcionamiento del sistema era muy sencillo y los telegrafistas se tenían que limitar a tirar hacia arriba y hacia abajo de las cuerdas o cadenas, de modo que las aspas quedaran en la posición deseada. Eran cuatro las posiciones que se podían adoptar en cada aspa: 45º hacia arriba o hacia abajo, posición horizontal o posición de descanso. La combinación de las dos aspas permitía transmitir mensajes sencillos (“sin novedad”, “aproximación del enemigo por el Este”, “fuerte bajo ataque”, etc.), pero suficientemente efectivos. Para permitir el funcionamiento nocturno, se colocaban tres farolas, dos en los extremos de las aspas y una en el poste central. En cuanto a las claves, solían cambiarse de forma periódica para evitar que pudieran ser descubiertas por el enemigo.