El museo de la Semana Santa de Alcorisa exhibe un carro fúnebre
Lo regaló Higinio Palomo a principios del siglo XXEl Museo de la Semana Santa de Alcorisa recibe al visitante con un carruaje mortuorio con el que, a caballo, la Cofradía de la Sangre de Cristo transportaba los cuerpos de los fallecidos hasta el cementerio.
La hermandad, a la que pertenece todo católico alcorisano, recibió la carroza a principios del siglo XX. Fue un regalo de Higinio Palomo, por aquel entonces diputado en Madrid, después de haber hecho fortuna como indiano.
El elemento, comprado de segunda mano, está hecho en madera pintada de luto. “Es muy completo. Lleva los arneses, las correas y lo único que le falta son las plumas de origen, que antes eran un adorno pero ahora solo servirían para coger polvo y estropearse”, explicó el presidente de la cofradía, Sixto del Río.
La hermandad ha velado por los difuntos desde su creación en 1550. “Corría con los gastos y daba sepultura a quienes fallecían sin recursos”, afirmó el responsable. En la actualidad colabora con la parroquia y lleva el peso de la Semana Santa. En las procesiones, a los pies del Santísimo, figura una rosa roja por cada difunto local del año anterior, blanca si se trata de un niño. “Es una tradición antiquísima”, señaló.
Funcionando
El carro estuvo en funcionamiento hasta que a mediados de siglo Alcorisa tuvo un vehículo a motor para trasladar a los difuntos. Entonces, la calesa fue aparcada en una cochera propiedad de la Sangre de Cristo, y después pasó a unos almacenes municipales donde estuvo durante décadas hasta que Manolo Cirugeda y Jesús Moreno la restauraron.
“Es un carro de caballos de cuatro ruedas. Lo tenían de estantería, con botes de pintura y otros cacharros. Lo restauramos hace unos 22 años por iniciativa propia, porque me apunté al Centro de Estudios Locales y estábamos recuperando cosas antiguas”, explicó Cirugeda. “Ya se estaba montando el Museo de la Escuela y de Semana Santa. Pusimos un par de piezas, lo retocamos de pintura y quedó como nuevo. Es una madera muy buena”, definió. “De estos se ven pocos. Conserva el asiento del carruaje y detrás está totalmente diáfano, solo unas telas y unos hierros para que no se mueva la caja”, destacó este minero jubilado que se entretiene con la madera y el alabastro.