Ángel Rubio y Encarni Muñoz, la pareja de Cretas que ha superado el coronavirus: “Podemos decir que hemos visto el precipicio y nos hemos salvado por los pelos”
"Ahora estamos en casa solos y pensamos en lo ricos que somos, porque nos hemos visto fuera de aquí"Ángel Rubio y Encarni Muñoz disfrutan desde el dos de mayo de las salidas al aire libre. Encarni ve ahora los campos de amapolas que crecen en los alrededores de Cretas como algo de lo que se debe disfrutar más que nunca. Su salida de casa ha sido muy distinta a la de la mayor parte de la gente. La viven con intensidad y mucho alivio tras haber superado el Covid-19.
-¿Como se encuentran?
-Ángel Rubio: Estamos bien, pero todavía nos cansamos. Si haces algún esfuerzo, se nota en los pulmones, que están fastidiados, porque, en realidad, hemos tenido una neumonía y esto no se cura así como así. Si haces esfuerzos, lo notas, pasa como que te fatigas, que te falta oxígeno. De todas formas, estamos bien, y ahora ya empezamos a salir a tomar el aire y podemos movernos.
-Encarni Muñoz: Estamos muy contentos, porque yo pensaba que esto sería muy difícil que saliera bien, pero ha salido.
-¿Cuántos días hace que han superado el coronavirus?
-A.R: El 30 de marzo me trajeron para casa y me dijeron que tendría que estar 14 días más para terminar la cuarentena, siempre bajo tutela del médico del pueblo. A mí me ingresaron el día 18 de marzo a las 12 de la noche y estuve en el hospital nueve días. Del hospital me mandaron al hotel Ciudad de Alcañiz, y fui uno de los que lo estrené como hotel de hospitalización. Estuve tres días más hasta que el 30 de marzo me dieron el alta para terminar de pasar otros 14 días en casa.
-E.M: Yo lo he pasado en casa sola, aunque he estado en contacto telefónico con mi familia y con el médico del pueblo
-¿Aún tienen secuelas?
-E. M.: Yo aún estoy muy bloqueada, se me cansa el cerebro, a veces tengo dificultades para respirar, aunque estoy muy contenta por que nos hayamos recuperado. No me quedó otra que quedarme a estar sola en casa, porque pedirle a mi hija y a mi yerno, que tienen a sus hijos cargo, que me llevaran a Alcañiz no lo veía. Nos salvó la vida nuestra prima, que dio positivo en coronavirus y como habíamos estado con ella en un viaje, entonces empezaron a sospechar que podíamos haber tenido lo mismo. Si hubieran pasado dos o tres días más, no lo hubiéramos superado.
-Ahora están en casa y en los últimos días con cuarentena. ¿Han tenido seguimiento?
-A.R: Sí, desde que llegamos a casa, el médico nos llamaba todos los días o nosotros le llamábamos a él y le dábamos todos los parámetros: tensión, saturación de oxígeno, etc, hasta el décimo cuarto día después de volver del hospital. Ese día nos dijo que estaba todo perfecto, que no habíamos tenido fiebre ningún día, que todo lo demás estaba bien, así que ya podíamos darnos por recuperados. Ahora llevamos un mes de total recuperación.
-¿Qué síntomas tuvieron ustedes?
-A.R.: Nosotros nos infectamos en un viaje a Benidorm y estoy seguro de que fue en el ascensor, porque allí íbamos todos apiñados, tocando los botones para subir y bajar… Llegamos el día ocho de marzo de allí y el día 10 ya empecé a tener diarreas, fiebre, vómitos y todo eso. Vino el médico y como había comido unos mejillones el día anterior, pensé que me habían sentado mal. El médico también pensó que era gastroenteritis, así que me dio medicación, paracetamol y antibiótico, pero en lugar de curarme cada día estaba peor, caía en picado. Mi mujer y mi hija empezaron a moverse, a llamar al centro de salud, y coincidió que se declaró el estado de alarma. La cuestión es que viajamos a Benidorm con mis primos de Maella, y nos enteramos de que ellos tenían Covid, y así fue como terminaron ingresándome. Avisamos al centro de salud y vinieron a buscarme del 061. Aparecieron dos chicos vestidos de astronautas y se me llevaron.
-E.M: A mi no porque aunque tenía síntomas que podían ser coronavirus, no había tenido fiebre. Yo tuve descomposición, y también noté que tenía dificultades para comunicarme con las personas que llamaban por teléfono. Para decir palabras simples como gastroenteritis tenía que recurrir a las clases de memoria. No sé si es que mi cerebro estaba bloqueado o que la enfermedad también lo ataca. Me costaba mucho hablar y me tuve que apuntar algunas palabras por escrito, porque no me salían.
-¿Cómo fue la recuperación?
-A.R.: Al hospital llegué desecho, me hicieron placas y me dijeron que estaba claro que era coronavirus. Me pusieron el tratamiento y respondí bien. Estuve varios días solo en la habitación y luego me cambiaron a la de otro señor que estaba fatal y que se murió. Fue el primer muerto que hubo en el hospital de Alcañiz, y yo el primer coronavirus del Matarraña. La verdad es que los dos primeros días tenía problemas de respiración, pero luego empecé a reaccionar y fui muy rápido. Me daban dos medicamentos, uno de ellos se usa también para combatir la malaria y me fue estupendo. Primero cuatro pastillas, y luego me las fueron quitando paulatinamente. Sin embargo, se que a mi prima, que estuvo hospitalizada en Zaragoza, tuvieron que cambiárselo porque le provocaba diarreas.
-Y cuando ya estaba casi recuperado le enviaron al hotel Ciudad de Alcañiz.
-Sí, allí estuve muy bien. Se lo pensaron un poco antes de darme el alta, porque aún saturaba mal de oxígeno. En el hotel cedieron 25 habitaciones de la planta baja, y yo estuve en una habitación espléndida, con baño completo y muy bien preparada. Habían puesto plásticos sobre los muebles y estábamos atendidos por las enfermeras, aunque la comida era del hotel. El médico pasaba todas las mañanas y a los dos o tres días me mandaron para casa.
-¿Cómo ha ido la recuperación?
-A.R: Al 100% no estamos, porque notas que si haces un esfuerzo te falta como aire. Porque lo primero que me atacó este bicho fueron los pulmones, aunque es tan malo que luego puede ir a por los riñones, el corazón, etc.
E.M: Yo tomé paracetamol e ibuprofeno. Este último me iba mejor que el paracetamol. Hubo unos días que decían que no podía, pero luego me dejaron y la verdad es que eso me aclaraba la cabeza. Ahora estamos muchísimo mejor.
-¿Notaban a los médicos preocupados?
-A.R.: Sí, estaban muy preocupados, y en el hospital se veía que se iban incorporando enfermeras nuevas. Al haber más enfermos, fue llegando más personal, incluso más gente de limpieza, ya que en cada habitación estaba todo el material de limpiar, que no salía de allí. Lo de la higiene lo llevan con mucho cuidado, porque se la juegan.
-¿Y ahora que ha superado el Covid, qué se le pasa por la cabeza?
-Que he visto la muerte, porque estuve en la misma habitación que un compañero que murió. Cuando te pasa esto te asustas mucho, y lo que podemos decir es que hemos visto el precipicio y nos hemos salvado por los pelos. También te preguntas de dónde ha podido salir el bicho, porque quién nos iba a decir a nosotros que íbamos a cogerlo en Benidorm. Es una experiencia que no se me va a olvidar nunca. Da miedo, porque ves que la gente se mueren como moscas.
-E.M: Yo estuve muy asustada, a pesar de que hablaba todos los días con el médico por teléfono. Cuando estaba en casa, veía a mi marido ir cada vez más para abajo, con sudores fríos, con diarreas y cada día más blanco. No se, lo veía muy mal y ahora es todo distinto.
-Del viaje en Benidorm, no fueron los únicos infectados.
-A.R.: Como he dicho antes, estoy convencidísimo de que nosotros lo cogimos en el ascensor del hotel. Esa semana, Benidorm estaba abarrotada de ingleses. Cuando nos fuimos allí el 28 de febrero lo veías en la televisión, en China, un caso en Canarias, etc, pero no pensabas que pudiera estar aquí. De hecho, cuando volví le hice la broma al médico del pueblo cuando empecé a encontrarme mal diciéndole que a ver si sería el coronavirus, y me dijo que no.
-¿Tienen que ir con muchas precauciones a partir de ahora?
A.R.: No. Desde el sábado pasado salimos todos los días. Aunque nos da la sensación de que la gente se aparta. La gente te mira. Yo me pongo la mascarilla por los demás, cuando entro en una tienda, pero por la calle no. Me han venido a ver mis amigos, pero se sientan a tres metros. Hacemos vida normal, que no somos leprosos. Además, se supone que estamos inmunizados. El problema es que no puedes abrazar a los nietos. Mi nieto Guillermo me dijo el otro día desde la calle que tenía muchas ganas de abrazarnos.
-¿Les han hecho pruebas para saber si tienen anticuerpos y son ya inmunes?
-A.R.: No, no nos las han hecho. No se la hacen a nadie, porque dicen que no vale la pena. Se basan para dar el alta en que las placas salen limpias, en la mejora de la saturación del oxígeno, en que no hay fiebre, en que la tensión está bien... Es decir, si todos los parámetros salen perfectos, para los médicos estamos curados. Nos dijeron que había que hacer reposo, con incorporación progresiva, y que si se vuelven a presentar síntomas de fiebre, secreciones o falta de oxígeno, hay que volver al médico. Lo que pasa es que no hay para hacer pruebas a todo el mundo, pero habría que hacérsela a los profesionales sanitarios, que se juegan la vida. Las pruebas son básicas, porque hay gente que es asintomática. Mi primo de Zaragoza con el que viajamos a Benidorm no ha tenido nada y seguro que lo ha pasado o lo tiene, mientras ella fatal, y Encarni lo ha pasado en casa.
-¿Están ya tranquilos una vez que han superado el Covid?
-E.M.: No lo veo con tanta confianza. A mí me falta aún para recuperar. Veo que para hacer algún trabajo, aunque estoy como antes, siento que me falta la respiración y tengo la cabeza cansada. Lo que hago es tomar mis medidas para volver a ponerme en marcha. Salir a andar puedo ir hasta el garaje, que lo tenemos a 500 metros, pero después, al llegar a casa, necesito recuperar fuerzas. Sientes alegría, porque cuando despedí a mi marido en la ambulancia tenía muchas dudas, pero hora me acojo a lo bueno que pueda pasar.
-¿Creen que de esto se aprenderá?
-E.M: Sí, porque es una experiencia para todos, sobre todo para los que llevan el país, para los médicos, para los científicos, y habrá un problema más que solucionar. Ha habido muchos casos como nosotros. Hay que investigar, ahorrar e invertir el dinero en cosas que son necesarias como es la salud de la población. Ahora, cuando estamos en casa, pensamos en lo ricos que somos, porque nos hemos visto fuera de aquí con todo lo que nos ha ocurrido. Y solo esperamos el día en que podamos abrazar a la familia, a nuestros nietos. Mi nieto Guillermo viene abajo a saludarnos y nos dice que tiene muchas ganas de achucharnos y abrazarnos y nosotros también a él.