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Alcañiz, ante el reto de convertir en un museo al aire libre los vestigios de la Guerra Civil española Alcañiz, ante el reto de convertir en un museo al aire libre los vestigios de la Guerra Civil española
Maldonado, junto a la única tumba que hace referencia al bombardeo del tres de marzo

Alcañiz, ante el reto de convertir en un museo al aire libre los vestigios de la Guerra Civil española

El historiador José María Maldonado ha compendiado los restos y propone su musealización al Ayuntamiento
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José Manuel López Temprado fue el primer alcañizano fusilado por las columnas anarquistas que entraron en Alcañiz el 26 de julio de 1936. Una cruz oxidada de hierro con ornamentos vegetales sobre un pilón de piedra ve pasar, a un lado del camino central del cementerio viejo, a los que ascienden hasta la parte alta. Está a un lado del camino. Bajo el pilón, unas flores de plástico, y bajo la cruz, una pequeña placa indica quién está allí, el día de su muerte y la causa:  "fue vilmente asesinado a los 78 años", reza la inscripción que honra la memoria de este médico, el primero de miles de alcañizanos que caerían bajo las balas del odio entre 1936 y 1945. 

La cruz de este médico, padre del boticario Anselmo López, pasa desapercibida para la mayor parte de quienes visitan el cementerio, igual que el resto de cruces, monolitos, placas, pilones y fotografías de otros que también sucumbieron a fusilamientos, de un bando y de otro, a bombardeos, ajustes de cuentas y otras miserias humanas. Sus tumbas y las fosas se reparten en distintos lugares del cementerio viejo. La tumba de José Manuel López Temprado está ahí, pero ese mismo día, según cuenta el historiador José María Maldonado, "mataron a otros tres".

Maldonado se ha dedicado a buscar con tiempo y paciencia vestigios de la guerra civil en el cementerio de Alcañiz. Los ha localizado, aunque muchos menos de los que se esperaría uno encontrar de una etapa tan sangrienta y mortífera como la que va desde el comienzo de la guerra civil en 1936 hasta 1945, año a partir del cual no ha encontrado más documentación en el registro del Juzgado de Alcañiz relativa a fusilados.

Maldonado trasladó una propuesta al Ayuntamiento de Alcañiz para que considerara realizar una remodelación del cementerio con el fin de dignificar la parte que corresponde a la última guerra. La intención: conservar los restos (quedan pocos y están deteriorados) para que generaciones futuras no olviden una parte tan amarga de la historia. 

El historiador alcañizano habla de distintos grupos de enterramientos: las personas asesinadas en los primeros meses de la guerra civil a manos de las milicias que ocuparon la ciudad, principalmente anarquistas que llegaron a Alcañiz a finales de julio de 1936; los calandinos asesinados por las milicias anarquistas el 27 de julio de 1936; los fallecidos en el bombardeo de Alcañiz del tres de marzo de 1938; asesinados por las fuerzas franquistas tras la toma de la ciudad, etapa que abarcaría desde mediados de marzo de 1938 hasta 1945. Finalmente, la del grupo de soldados y aviadores italianos que murieron en acciones de guerra durante 1938 en los alrededores de Alcañiz.

En el cementerio hay suficiente material para hacer un área de interpretación de la guerra civil, aunque cada vez quedan menos restos. Del bombardeo del tres de marzo, por ejemplo, apenas queda una prueba. Junto a la fosa común principal (hay otra en la parte inferior mucho más pequeña) solo queda un enterramiento que se refiere a estos hechos. Esta tumba, que está perfectamente delimitada con unas estacas de hierro atadas con una cadena, tiene en su cabecera una cruz que recuerda a Anastasia Mejuto y a José Luis Félez, fallecidos, según consta en una desgastada placa sujeta con un alambre, "en el bombardeo del 3 de marzo de 1938". Según cuenta Maldonado, debajo de ésta, había otra -que ahora ya no está- y que rendía homenaje a todas las víctimas del bombardeo de 1938. 

La tumba de Anastasia Mejuto y José Luis Félez es la única que menciona el bombardeo de 1938. De enterramientos de esos días no hay mucho más. El historiador sólo ha conseguido localizar dos, uno de ellos el de Pascual Alejos Grau, fallecido el 8 de marzo a consecuencia de las heridas recibidas en el bombardeo, pero en la lápida, ni mención a los hechos. Según Maldonado, la mayor parte de los muertos de ése día y los siguientes fueron depositados en la fosa común. Posiblemente, reseña el historiador, ni había dinero para un entierro en condiciones ni tiempo, porque el día 14 de marzo la avanzadilla del ejército franquista entró en Alcañiz y Calanda. "Lo que hizo mucha gente fue colocar tablas de madera que separaran a sus familiares del resto dentro de la fosa", cuenta Maldonado.

En los alrededores a la fosa común, donde según Maldonado hay muertos del bombardeo, asesinados del franquismo -entre 1938 y 1945- y posiblemente también por los anarquistas, hay otras cruces que recuerdan a más ciudadanos que esos días perdieron la vida a manos de otros. Tres cruces rinden homenaje a Alfredo Muniesa, a Manuel Cerezuela (párroco) y a Mariano Doménech (farmacéutico), fusilados entre los días 28 y 31 de julio de 1936. 

Cerca de esta fosa hay otra, de mucho menor tamaño, donde fueron enterrados 27 calandinos fusilados el 27 de julio, y allí mismo la lápida de Romualdo Martínez Ros, guarda de montes, y de su hijo, un caso, según Maldonado, fue un ajuste de cuentas. 

A pocos metros de ahí, la de Antonia Roca, de 52 años, Inocencio Herrero, de 22 años, y Ángel Andreu, de 23, tres miembros de una misma familia que, junto con otras cinco personas, viajaban en carro por la carretera de Castelserás cuando un avión que atacaba a las columnas de anarquistas les lanzó una bomba de mano matándoles a todos. Fue el 26 de julio del 36.

En cuanto al grupo de soldados italianos, llegó a haber 156,  según el historiador. Eran la punta de lanza en el frente, y muchos cayeron por los alrededores. Terminaron enterrados en Alcañiz, Valdealgorfa y Torrecilla de Alcañiz, pero a mediados de los años 40 fueron trasladados al cementerio de Torrero de Zaragoza, cuya iglesia "pagó Mussolini". Allí, señaló, "se hizo un osario para todos los italianos muertos en España". Aunque sus restos fueron evacuados, quedan vestigios: las cruces, más tarde reutilizadas para señalar otras sepulturas, donde están grabados los nombres de los soldados, la simbología del Fascio y el lema del cuerpo de tropas voluntaria: "creer, obedecer y combatir".

Donde estuvieron enterrados los italianos sigue en pie el monolito que reproduce las firmas de Mussolini y Franco y que honra a los caídos. En el monumento se puede leer lo siguiente: "la sangre derramada de vuestros voluntarios y de nuestra juventud, sello entre las dos naciones hermanas y una indestructible amistad". Según Maldonado, "hay quien considera que esto debería destruirse, pero yo creo que debería conservarse, porque forma parte de nuestra historia".

El Pleno acordó estudiar la viabilidad de un proyecto de musealización

El Pleno del Ayuntamiento de Alcañiz de esta semana acordó por unanimidad estudiar la viabilidad para realizar una valorización de los restos de la guerra civil que quedan en el cementerio de Alcañiz. Entre otros, ha lápidas, cruces, monolitos y pilones, que el historiador José María Maldonado propone reunir en la zona donde se encuentra la fosa común para hacer una ruta interpretativa.