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Juan Corellano

FC Barcelona, Real Madrid, Atlético de Madrid y Athletic , cuatro de los gigantes futbolísticos disputarán esta semana la Supercopa de España. Solo un problema menor podría arruinar esta fiesta del deporte: a nadie le importa. Quizás dos: se ha dado por sentado que un trofeo tan eminentemente nacional se dispute en Riyad, capital de Arabia Saudí, uno de los regímenes más represivos.

La Federación, organizadora del torneo, lleva años luchando contra la creciente irrelevancia de la Supercopa, considerada habitualmente como el trofeo menor del fútbol patrio. Para ello, estrenó en 2020 un nuevo formato que sustituía la habitual disputa a partido único por un mini torneo con semifinales y final. Al mismo tiempo, la RFEF se cubrió las espaldas para que, en caso de fallar el remedio contra la irrelevancia, al menos la Supercopa fuese rentable, acordando celebrarla hasta 2029 en suelo saudí a cambio de un lucrativo pago de entre 240 y 320 millones de euros.

Bajo el mandato del príncipe Mohamed Bin Salman, Arabia Saudí ha ganado gran relevancia en los últimos años. No solo por sus numerosas inversiones en Occidente y su intento de escapar de la dependencia económica del petróleo. También, inevitablemente, por los repetidos ataques de su Estado contra los derechos humanos.

Además del conocido asesinato del periodista Jamal Khashoggi, tras el cual investigaciones de la CIA sitúan al propio Bin Salman, los últimos informes de Amnistía Internacional aseguran que “al finalizar el año (2020), prácticamente la totalidad de los defensores y defensoras saudíes de los derechos humanos que se sabía que desarrollaban su labor dentro del país estaban detenidos o encarcelados”. Además, “los tribunales recurrieron ampliamente a la pena de muerte, y hubo ejecuciones por una amplia variedad de delitos”.

El problema no solo reside en que la RFEF haya elegido este lugar durante los próximos años. También el Gobierno, a través del Consejo Superior de Deportes, entidad que controla todas las federaciones deportivas, ha permitido que se asocie nuestro fútbol con comportamientos tan atroces. No es de extrañar que a nadie importe el resultado final de esta competición. Ya lo conocemos, pues la derrota está firmada antes de que empiece a rodar el balón.

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