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May Serrano

Estos días he tenido más de una conversación sobre el tiempo y no, no me refiero a este verano eterno que nos recuerda que estamos acabando con todos los recursos del planeta.

Me refiero a los años, los meses, los días, las horas, los segundos...

Hablo de los “no tengo tiempo para nada”. De las prisas, de cómo se van las semanas sin darnos cuenta.

¡Me acaba de pasar! de repente, me he dado cuenta de que ya habían pasado 14 días desde nuestra última cita ¡madre mía! ¿Qué ha pasado?

A veces tengo la sensación de estar en una montaña rusa que me sube y baja a su antojo como si yo no pudiese controlar mi propio tiempo.

La pregunta, en realidad, es si realmente puedo decidir qué hacer y cuándo.

Con quién quiero pasar esta hora, a qué quiero ponerle energía.

¿Se puede? Yo digo que sí aunque no resulte fácil.

Hay cosas que no puedo elegir, eso está claro, y si tengo que dedicar 8 horas a mi jornada laboral eso no me lo quita nadie.

Depués están los quehaceres que conlleva el estar viva: dormir, la compra, cocinar, comer, limpiar...

Ahí puedo tomar más decisiones y elegir entre filete a la plancha o caldereta de cordero a baja temperatura o hacer como que la cosa no va conmigo y dejar que otras personas se ocupen de estos trabajitos y me ahorro unas cuantas horas a la semana aunque me las robará el sueño si soy una persona normal.

Entonces, ¿de qué tiempo dispongo realmente?

Yo propongo que nos adueñemos de las 24 horas del día decidiendo conscientemente qué queremos hacer, estando presentes en nuestras tareas y desconectando el automático para tomar el control de nuestra agenda.

Eing?? pero qué dice esta tia???

He comprobado que yo soy dueña de mi tiempo si no me dejo llevar por la inercia de la rutina y me tomo cada momento como EL MOMENTO.

Decidir qué hacer y cómo hacerlo. Darme cuenta de que las cosas se pueden hacer de mil maneras y aunque sea una tarea rutinaria puede volverse oro si le pongo atención.

¿Un truco para entrenarlo?

Lavarse los dientes. Si usted es más de derechas, diestra quiero decir, coja el cepillo con la mano izquierda y cepille sus dientes. Verá que la rutina desaparece y la atención plena toma el mando.

La famosa mindfullness. Estar presente en cada momento del día.

Ahí conectamos con una reserva infinita de momentos, de respiraciones, de placer por ocupar nuestro cuerpo y decidir sobre nuestras vidas.

Poner atención plena en lo que hacemos desacelera la vida y la hace mil veces más interesante.

Hay otro regalo maravilloso que da la presencia: ves a las personas que están cerca de ti. Aparece el interés, la escucha, la compañía, el cuidado.

Hoy que todo es inmediato, que el consumo de nuestro tiempo es también el consumo de nuestras vidas, nuestros deseos y nuestras emociones permanecer presente es una reEvolución.

Estar en el presente calma el sistema nervioso porque nos da la oportunidad de averiguar qué necesitamos realmente y, ¿casualidad?, no tiene que ver con consumir todos los recursos del planeta más bien todo lo contrario: cuidarnos las unas a las otras y eso incluye a la Tierra.