Adrián Arnau, Jorge Egea y Joaquín Hernández exponen su obra en Albalate del Arzobispo
Tres caras de la herencia escultórica mediterráneaLos escultores Jorge Egea, Adrián Arnau y Joaquín Hernández han recorrido un camino artístico que partió del mismo lugar, la tradición clásica y mediterránea, y con un mismo objetivo, la representación de la belleza natural del cuerpo humano. Sin embargo el trayecto les ha llevado por diferentes caminos, a veces paralelos y hasta lindantes, pero diferentes al fin y al cabo, y su obra trasluce los hitos del camino como si de cicatrices en la piedra se tratara, algunos comunes y algunos distintos.
Los tres presentan la exposición colectiva de escultura Miradas escultóricas. Tres interpretaciones de la figura humana, una muestra que tras haberse disfrutado en la localidad zaragozana de Maella visita el Castillo Arzobispal de Albalate, donde ha sido inaugurado el sábado y podrá visitarse hasta el 30 de septiembre.
En realidad en Albalate se amplía la muestra de Maella hasta las 65 piezas, desde bocetos y estudios en pequeño tamaño hasta obras a tamaño natural, realizadas por los tres autores en piedra, barro, metal, madera o resina. Esta ampliación es posible gracias a la inauguración de una nueva sala, antiguo depósito de agua, en el Castillo de Albalate, con capacidad y mimbres para acoger una gran colección de estas características.
Las piezas desarrollan un discurso expositivo que tiene que ver con las tres interpretaciones distintas que cada artista hace de la figura humana, interpretaciones que juegan a dialogar y a compartir orígenes manteniendo intacta su identidad personal, de forma que las piezas ni se confunden ni se molestan entre ellas.
El conjunto representa casi una gradación entre el naturalismo y la sintetización que representa la búsqueda del ideal de belleza clásico. Según Jorge Egea, escultor zaragozano nacido en Alcañiz y afincado en Barcelona, “la tradición mediterránea y los objetivos comunes nos unen a los tres artistas, pero el hecho de que la búsqueda que hacemos sea la misma es lo que hace que nuestro trabajo sea personal, que los pequeños detalles determinen las grandes diferencias que existen entre los tres”.
Arnau, Egea y Hernández tienen sobre todo en común la influencia clásica y mediterránea que recogen, esculpiendo la figura humana desde la observación, y no desde la preconcepción. En este sentido su creación nace de la observación del natural. La materia prima es la misma para los tres, pero después cada uno de ellos filtra, sintetiza y plasma de un modo personal y distinto esa realidad observada.
De los tres escultores, seguramente Egea es el más clásico de todos, en el sentido de las continuas referencias al mundo clásico en el sentido cultural, y al mismo tiempo el más naturalista, con el referente griego más presente. Recientemente pudo verse una excelente muestra de eso en su Alcañiz natal, con la exposición Spiritvs Clasicvs. Fiel a la tradición mediterránea, Egea considera que sus esculturas no tienen tema como tal, siendo este el cuerpo o la belleza misma. En ese sentido, entiende esa concepción de lo clásico como “una permanente revolución contra el arte académico, en su versión degradada, por lo que el arte clásico sigue siendo un revulsivo y un elemento de constante ruptura”.
Por su parte, la obra de Adrián Arnau es quizá la más sintética de la que se expone en Albalate. Entra menos en los detalles contingentes y vira hacia los grandes volúmenes y en la geometría de las formas que persigue lo universal. El de Castellón, diseñador de la decoración cerámica del pórtico de la Iglesia de El Salvador de esa localidad y con obra en la colección permanente del Museo Europeo de Arte Moderno de Barcelona, es absolutamente fiel a la tradición levantina en la que se formó, con el barro como la base de la mayor parte de su obra y una forma de entender la figuración desde la reinterpretación del lenguaje clásico.
En cuanto a Joaquín Hernández, escultor consolidado nacido en la Maella natal de Pablo Gargallo, uno de sus referentes, tiene la particularidad de que comenzó trabajando dentro de la abstracción geométrica hasta que el figurativismo se convirtió en el tema central de su obra. Es miembro fundador del Cercle de Belles Arts de Sant Feliu de Llobregat (Barcelona), y sus esculturas respiran la inocencia de una primera mirada al natural, una mirada que refleja una ingenuidad que es producto, sin embargo, de una larga y sólida trayectoria de trabajo e investigación. Su particular mirada se basa en la simplificación del detalle únicamente hasta el punto en el que este, el detalle, no empieza a restar fuerza al conjunto.
Santiago Martínez Ferrer, Coordinador del Centro Integral para el Desarrollo del Alabastro en Albalate, afirma en el catálogo de la exposición que, en conjunto, represente “tres construcciones distintas de la realidad desde la figuración”, y agrega que “el arte figurativo fue la primera expresión del hombre que, maravillado por la naturaleza, ya lo plasmó en las antiquísimas pinturas rupestres del río Martín”.
Tres visiones reencontradas
La exposición, que recala en Albalate del Arzobispo dado el interés que existe en esa localidad por convertirse en un punto de referencia del alabastro y, por tanto, del trabajo con volúmenes, supone además un reencuentro artístico de tres artistas que en su día ya se reencontraron en Barcelona. Jorge Egea nació en Alcañiz pero su familia se trasladó en Barcelona, en cuya facultad de Bellas Artes se doctoró en 2005. Allí mismo conoció a Adrián Arnau, que había empezado a formarse en la Escuela de Artes y Oficios de Castellón antes de estudiar Bellas Artes, congeniando hasta el punto de que han realizado varios proyectos artísticos conjuntos. Y desde Maella también Joaquín Hernández acabó en la ciudad Condal, por su profesión de maestro especializado en Educación Plástica, y en ella ha desarrollado buena parte de su trayectoria escultórica.