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Ser alcalde de pueblo

Llevo prácticamente desde que llegué a  Diario de Teruel trabajando en la sección de Comarcas  y he conocido a decenas y decenas de alcaldes en la provincia. La mayor parte de ellos de pequeños pueblos, porque la mayor parte de los pueblos de Teruel son pequeños. Algunos eran o son alcaldes por resignación ya que no hay nadie que quiera coger un cargo que, como dicen Antonio Arrufat y Joaquín Juste, "es una carga". Ambos lo saben por experiencia. En casi todos los casos, la vara de mando de un Ayuntamiento pequeño la lleva una persona que quiere trabajar por su pueblo y en todas las ocasiones se trata de vecinos con las espaldas bien anchas. Cuando se hace algo bien en un pueblo es la obligación del alcalde y, si algo no está bien –entiéndase que hay sequía y no se han llenado los depósitos o que ha caído un metro de nieve y las calles están intransitables– es su culpa. Todo el mundo sabe dónde viven e incluso tiene su teléfono por lo que la ventanilla de quejas está abierta las 24 horas del día. En el pueblo reciben quejas y cuando salen a pedir ayudas fueras en ocasiones no se les hace el caso que ellos –y sus vecinos– esperan porque sus votos no tienen casi peso en el cómputo general. Y para colmo, siempre hay gente en el pueblo que piensa: "Si es alcalde es porque algo sacará". Se trata sin duda de uno de los cargos más ingratos y menos valorados de todos los que una persona puede ocupar. Sí, es cierto que ser concejal en el pueblo es el primer paso para los que quieren hacer carrera política, pero Teruel es pequeño incluso para la representación política en grandes instituciones con sueldos cuantiosos, por lo que la mayoría de estos ediles se quedan simplemente en eso. No es la primera vez que hablo de los alcaldes en esta columna, me parece que se lo han ganado y esta semana lo volví a comprobar en Singra. Se lo merecen los de todos los partidos, porque en los pueblos pequeños la gente no se mueve por siglas sino por valía. Y además, ser buen alcalde o no no depende del partido. Los hay buenos de todos, lo sé a ciencia cierta.