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Quijotes entre Quijotes

Si ya es difícil vender libros en una ciudad con una gran población, hacerlo en un pueblo donde apenas hay gente para leer es una labor quijotesca, sobre todo en la época actual, en la que se lee poco y muchos de los que mantienen el hábito lo hacen a partir de dispositivos digitales. Eso sí, los clientes de estos quijotes entre Quijotes, al igual que los de las grandes ciudades, demandan los bestsellers con mayor repercusión mediática, aunque también hay quien pide consejo a su librero a la hora de elegir título. El margen que queda en las novelas es muy bajo, pero las distribuidoras admiten devolución y eso facilita el poder tener las últimas novedades en el escaparate. Esas escasas ganancias obligan a combinar la venta de libros con la de prensa –donde también queda poco margen, afirman– y con la de papelería, pequeños regalos, juguetes o incluso vinos, quesos y embutidos. [su_document url="http://diariodeteruel.es//wp-content/uploads/2017/05/26y27.pdf"] En la provincia de Teruel hay librerías con una gran tradición, como Librería Espallargas, de Alcorisa. Su actual propietaria, Carmen Espallargas, es la nieta de Alejandro Espallargas, que abrió una pastelería en 1917 y la reconvirtió en 1930 en papelería y librería, aunque en Alcorisa se conoce como La Tebería desde aquellos los años en los que El Jabato y Capitán Trueno triunfaban entre niños y jóvenes.  Ella lleva al frente del comercio desde que era adolescente y ha visto evolucionar mucho el mercado, sobre todo en lo que a la prensa se refiere. En los últimos 13 años –que fue cuando se mudó a su local actual, a pocos metros del anterior pero más grande– “ha caído en picado”, asegura. “En Alcorisa la gente lee”, dice la librera, aunque reconoce que no se vende como se vendía. Además, el porcentaje que le queda en cada libro es mínimo: “Ganas más vendiendo un lapicero que un bestseller”, sentencia. Por eso, algunos comerciantes han ampliado sus miras con el tema de internet, como es el caso de Octavio Serret, que tiene una página web con 160.000 referencias, principalmente de libros descatalogados. “El mundo editorial cambia a marchas forzadas, el libro tiene muy poca vida, una novedad dura unos seis meses y algunos incluso menos”, comenta el profesional del sector. En su librería tiene un gran fondo fruto de 35 años de vida y ello le permite una gran especialización en el sector de los descatalogados. No obstante, apunta que vende más en la tienda física que a través de la internet y eso que trabaja intensamente en las redes sociales y el blog: “Con todo ello consigo que se me conozca”, dice. El 80% del espacio de su establecimiento lo ocupan los libros, aunque el porcentaje de ganancias de las novelas y ensayos es muy inferior, por lo que, al igual que el resto de los libreros provinciales, compagina la literatura con la papelería, que es por lo que realmente se mantienen. En Gúdar-Javalambre no es fácil comprar literatura. Lo sabe bien Gonzalo González, un maestro jubilado que reside en Valencia y veranea en Valbona. Su gran pasión son los libros y tiene tantos que de vez en cuando recopila algunos para revenderlos en el mercadillo de Mora de Rubielos. Se trata de títulos que tiene repetidos o que no desea conservar pero que “pueden servir a otros”, apunta. Se venden junto a los calcetines y la fruta, con cuyos vendedores pasa la mañana charlando. “No le quito el sitio a nadie y los vendedores ambulantes me consideran uno de ellos”, matiza. Josefina Martín y Selma Rubio son las últimas que se han incorporado al sector en la provincia. Vieron que había un nicho de mercado y decidieron lanzarse a montar Copia y Pega en Monreal del Campo, donde viven. “Trabajar solo el libro es difícil”, comentan. Por eso, el último premio Planeta también comparte espacio en sus estanterías con material de papelería, juguetes y regalos y prensa, “que la tenemos como reclamo, al igual que las chucherías porque la rentabilidad está únicamente en la papelería y la copistería”, dice Josefina Martín.  Pese a ello, asegura estar sorprendida de lo mucho que se lee en Monreal aunque, paradójicamente, los libros que más aceptación tienen son los infantiles y los que menos los destinados al público adolescente. En Castellote los títulos que se venden son principalmente aragoneses y La Bodega, que es el nombre del comercio que regenta Pilar Sangüesa, es el sitio ideal para llevarse un recuerdo de Teruel puesto que junto con la literatura se pueden adquirir productos agroalimentarios y cerámica típica. Comenzó hace 27 años su andadura y hace una década le dio una vuelta al negocio y recuperó la bodega de la vivienda, que ahora se ha convertido en un punto de referencia para la presentación de libros. “A los autores les encanta, Joaquín Carbonell me dio la idea y después han pasado otros, como José Luis Corral, Miguel Mena o Antón Castro”, enumera Sangüesa. Al igual que otros libreros de Teruel, también se sorprende de los numerosos libros que se venden pese a estar ubicados en lugares donde la población no abunda. “Hay quien los compra después de haberlos leído, porque les ha gustado y quieren tenerlos en su biblioteca”, matiza. Entre sus clientes hay muchos veraneantes que aprovechan las vacaciones para adquirir los últimos títulos tanto de literatura como de historia aragonesa. La de Castellote no es la única librería que hace presentaciones con autores, Librería Serret lleva años con ellas y más recientemente se ha sumado la de Alcorisa. La firma de libros supone un aliciente para los lectores, pero además es un pequeño balón de oxígeno para la gente que reside en el medio rural, que ven que los que crean sus novelas favoritas también se acuerdan de ellos.