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Chopos de mi infancia Chopos de mi infancia
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Chopos de mi infancia

El chopo cabecero ya tiene un parque cultural dedicado a él. Desde 2016 es Bien de Interés Cultural del patrimonio inmaterial y ahora hay un espacio formado por diez pueblos que trabajarán para dar a conocer este árbol que tantas horas ha llenado en nuestra infancia. Por lo menos de la mía. Y es que en mi pueblo también hay chopos cabeceros. Es una de las zonas más bajas donde los hay, según me dijo ayer Chabier de Jaime, que es el que más sabe de esto. Toda la riera de mi pueblo está jalonada de estos chopos y durante los meses en los que las temperaturas lo permitían pasábamos horas jugando entre ellos. Siempre los recuerdo verdes, aunque sean de hoja caduca, porque pocas veces íbamos a esa zona durante los meses más fríos. Los huecos que había en el interior de varios de ellos nos servían de casa, de fuerte, de refugio para contar secretos o de rocódromo. Los decorábamos con flores y piedras y nos gustaba asomarnos por sus ventanas, que no eran otra cosa que las brechas que se habían formado. De más mayores acudíamos allí a hablar de nuestras cosas y de ellos solo usábamos sus sombras de día y su frondosidad por la noche. Tengo multitud de fotos con chopos cabeceros como telón de fondo, a distintas edades y con distintos amigos. En uno de mis últimos paseos por la riera me di cuenta de que los chopos cabeceros son algo vivo. Aquellos con los que jugué yo en mi infancia ya no los reconozco. Supongo que alguno se habrá secado, pero hay otros que simplemente están cambiados. Les tengo mucho cariño y me parece un gran hito que se apueste por crear el parque. Este primer paso a nivel burocrático supone un gran salto para los diez pueblos que lo integran, que ven un reconocimiento a su forma de vida. Ojalá vengan muchos turistas de la mano del parque. Ojalá se recupere la escamonda en los lugares en los que ya no se hace y no se pierda en los que sí. Pero lo más importante es que, de momento, a los que viven en estos pueblos les ha llegado una oleada de amor propio y orgullo por la tierra, que no es poco en estos tiempos.