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Imaginación e invención

Esto del periodismo es muy ingrato. A veces te emocionas con un reportaje que te lleva días darle forma, para el que hablas con todo el mundo que crees que te puede aportar algo, lo mimas, lo cuidas y lo repasas varias veces para limar y elegir bien las palabras y, una vez publicado, pasa totalmente desapercibido. Es como si lo hubieras pegado únicamente en tu muro de Facebook y en la pestaña de elegir quién lo puede ver le hubieras dado a la opción “solo yo”.

Por el contrario, otras veces te enteras de un tema de rebote, lo escribes deprisa y corriendo porque tienes otras cuatro cosas por hacer, lo repasas solo buscando faltas ortográficas –que es a lo que muchas veces nos vemos abocados por la necesidad de estar todas las mañanas en el kiosco- y, sin más dilación, aparece negro sobre blanco. Y resulta que cae en gracia.

Cuando te pasan una llamada de alguien que aparece directa o indirectamente en un reportaje que acaba de ser publicado resoplas. Normalmente es porque te has equivocado en algo o para quejarse de que algo no le gusta. ¡Como si nuestra obligación fuera que lo que escribimos gustara a todo el mundo! Entonces no habría noticias ni de accidentes de tráfico, ni de casos de corrupción ni de nada en lo que hubiera alguien afectado de forma negativa.

Además de los que llaman con el fin de quejarse –unas pocas veces con razón–, también están los que, tras hablar contigo sobre alguna noticia o hacerte declaraciones –algunos sobre temas de relevancia y otros sobre la cosa más nimia– cierran la conversación con un  “oye, pero no inventes nada, ¡eh!”.  Depende de cómo me pilla el día contesto un escueto “no se preocupe”, pero hay veces que no puedo evitarlo y también empiezo con el “no se preocupe”, pero añado “que la imaginación no me da para tanto, que solo soy periodista, no escribo literatura”. Ellos no se suelen dar por aludidos y a mí la imaginación sí me da. En pocos segundos lo veo en la consulta del médico diciéndole que no se invente los resultados o en la frutería acusando al tendero de falsear el peso de los tomates que acaba de comprar.