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Hace unos días volví a un karaoke después de muchos años. Hay cosas que en este tiempo han cambiado mucho y de la tele en la que los miopes y borrachos apenas veían las letras y la música enlatada se ha pasado a que sea una orquesta la que ponga la banda sonora a la intervención de los artistas frustrados, que eran los habituales en estos escenarios. Pero eso también ha cambiado como pude comprobar el otro día y en el karaoke de, como dirían algunos, un conocido pub turolense, había mucho nivel. Tanto que tardamos varias rondas en atrevernos a poner los puntos sobre las íes y devolverle a ese tipo de actividades la casta que tradicionalmente han tenido. Estaban los de la ópera de Navarrete, otro chico que se dedica profesionalmente al canto y también alguno que era fijo del karaoke del Bretón en sus momentos de gran apogeo. Había varias chicas y chicos que no solo cantan en la ducha, como quedó patente en sus intervenciones, y nosotros, que nos defendemos con la escritura, pero quedó claro que lo de entonar vale más que se lo dejemos a otros. Aguantamos toda la sesión del karaoke porque el nivel era alto, porque la experiencia de otras veces me dice que a la quinta canción llena de gallos y en la que el cantante, casi siempre sin sed, desentona continuamente, te entran ganas de cambiar de bar. Nosotros arrancamos algún que otro aplauso, aunque todos éramos conscientes de que era más por nuestra valentía de subir al escenario que por otra cosa. Cantar es quizá lo que peor se me da en la vida. Los que me han oído dan fe de ello y salvo con mis hijas, a las que les gusta mucho que les cante aún no sé muy bien por qué extraña razón, no canto nunca. Pero claro, a las tantas de la madrugada no hay quien se resista a un clásico como 15 de agosto, de Ixo Rai!, para el que no nos hacía falta ni partitura. El cantante del grupo, que si no es por nosotros apenas trabaja salvo para hacerles los coros a las grandes voces de Teruel, se atrevió a decir la próxima fecha del karaoke band. Amenazamos con volver.