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Móviles y alcaldes

El otro día me preguntaba una estudiante de periodismo que si habíamos notado mucho cambio en nuestro trabajo con la irrupción de las nuevas tecnologías. La respuesta fue rotunda, el cambio es abismal. Cuando yo empecé a trabajar en periodismo hace 15 años, la mayor parte de la gente no tenía móvil. Escribo noticias en la sección de Comarcas en una provincia agraria, por lo que para hacer las informaciones en muchas ocasiones me tenía que esperar a que cayera el sol para que agricultores y ganaderos volvieran a sus casas y me cogieran el teléfono. Cuando los móviles empezaron a ser de uso cotidiano aún había bastantes responsables municipales que me decían “yo es que no soy muy de móviles, tengo uno pero siempre me lo dejo en casa”. O llamabas al móvil, lo cogían los hijos y te decían que nunca lo llevaba encima. En mi mente esas frases se traducían directamente en un “joder, otro que no voy a localizar salvo a la hora de comer o de cenar, con suerte”. De esos alcaldes sin móvil de hace quince años hemos pasado a alcaldes con móviles de última generación. En muchos casos la persona es la misma, pero la tecnología que usa ha variado mucho y todo ello hace más sencillo nuestro trabajo. En el tema de las fotos el cambio también ha sido muy importante. Antes todas las fotos teníamos que hacerlas nosotros, con cámara de carrete, fuera en Teruel o en La Cañada de Benatanduz, luego había que llevarlas a revelar –algo que limitaba la hora a las 8 de la tarde, que era cuando cerraban la tienda de fotos- para poderlas usar. Ahora cualquiera te manda una foto, en un segundo y desde cualquier parte, aunque no siempre de la calidad esperada. También hemos llamado a muchos bares de los pueblos, sobre todo para hacer la página de la Primera Regional antes de Twitter, Facebook o WhatsApp. Todavía recuerdo una de esas llamadas de la Regional, en la que un chaval me contestó que su padre no había vuelto del partido, que debía estar en el bar celebrándolo. Pero el hombre no tenía mucho que celebrar, porque a su equipo le habían caído nada menos que diez goles. Llamar a los bares un domingo por la tarde era un acierto seguro. La mayor parte de los equipos de regional son de pueblos pequeños donde solo hay un bar o como mucho dos y todo el mundo se reúne en ellos. Casi seguro que estaba el entrenador o alguno de los jugadores. Eso sí, escuchar un resultado en pleno bullicio mientras hablaban desde un teléfono que no podían mover era tarea de valientes.