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Un importante político español que en su día tuvo altas responsabilidades de gobierno decía el otro día en la radio que José Antonio Labordeta fue un excelente orador. Le doy la razón, pero habría que añadir que a ese excelente orador no le hicieron ni puñetero caso, empezando por el político que loaba su figura. Estos días, que se celebra en Zaragoza el I Congreso de Política, Comunicación y Periodismo, que organiza la Fundación José Antonio Labordeta, muchos aprovechan para recuperar aquella anécdota cuando el cantautor-político aragonés mandó a la mierda desde la tribuna del Congreso a un grupo de diputados que hacían chanzas sobre su mochila. Todos, cuando escuchan ese exabrupto, no pueden dejar de esbozar una leve sonrisa, pero muy pocos se fijan en lo que estaba diciendo José Antonio antes de cabrearse. Le estaba reprochando al ministro de Fomento de turno el abandono que sufre la provincia de Teruel, con un tren ridículo que se muere cada día y unas comunicaciones más propias de los años 50 que del siglo XXI. Estoy seguro de que a José Antonio, que se tomaba en serio el futuro de Teruel, le hubiera gustado más que estos días se le recordara por haber conseguido un compromiso político para que el Gobierno central invirtiera en este territorio y no por enfrentarse a unos diputados que no se tomaban en serio su trabajo. El 21 de noviembre los turolenses volveremos a salir a la calle para reivindicar que se invierta en la línea férrea. Otra vez, 30 años después de que se lanzaran los primeros avisos sobre la falta de compromiso con el tren. Nada parece cambiar y no sería de extrañar que el día menos pensado un diputado por Teruel vuelva a subir a la tribuna, pero no para mandar a la mierda a algunos compañeros, sino para decir palabras más gruesas. Los turolenses y los aragoneses somos cabezones, simpaticotes, rudos y de fiar y soportamos mucho frío en invierno, pero nuestra paciencia también tiene un límite, y parece que se está agotando.