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“Si varias circunstancias se dan a la vez, cualquiera puede acabar en la calle”

Miguel Sebastián es el autor de ‘Colores primarios’

Miguel Sebastián es un fotógrafo turolense afincado desde hace años en Granada que expone durante este mes de agosto, en el Claustro del Obispado de Teruel, Colores primarios.

Miguel Sebastián es un fotógrafo turolense afincado desde hace años en Granada que expone durante este mes de agosto, en el Claustro del Obispado de Teruel, Colores primarios. Es el resultado de un año conviviendo con Gabriel, un indigente cuyo día a día documentó en una serie en blanco y negro de gran valor plástico y humano

- ¿Cómo nació el proyecto fotográfico de "Colores primarios"?

- El día a día de las personas sin hogar siempre me ha interesado y me ha hecho plantearme muchas preguntas, y yo entiendo la fotografía como un lenguaje para documentar realidades, que en mi casi tienen que tener alguna vertiente humana, porque es lo me interesa a mí. Visité muchos albergues y centros sociales de Granada a principios de 2015, y cuando conocí a Gabriel decidí proponerle que me dejara acompañarle varias horas al día durante un año.

- ¿Y cómo se lo propuso?

- Con la mayor de las naturalidades y honestamente. Normalmente estas personas aceptan la conversación pero no te abren sus puertas, pero en el caso de Gabriel fue distinto. Él entendió que yo no iba a ser ninguna molestia para él, y de forma generosa aceptó.

- ¿Le pidió compensación económica?

- No, no me la pidió ni yo hubiera aceptado, aunque entiendo que hubiera sido normal que me lo hubiera pedido.

- ¿Qué clase de persona es Gabriel?

- Lo define muy bien la fotografía en la que está leyendo Crimen y castigo. Él estuvo casado, tiene una hija, estudió Bellas Artes y mantuvo a su familia como pintor, vendiendo cuadros, algunos de ellos muy caros.

- ¿Y qué le ocurrió para terminar en la calle?

- Hay un patrón que se repite bastante, que tiene que ver con una separación, la pérdida del trabajo y la pérdida de la casa. Si estas circunstancias se dan al mismo tiempo y no tienes gente cerca que puede ayudarte, en un par de años puedes perderlo absolutamente todo. Él lleva unos quince años en la calle.

- ¿Cuánto tiempo pasaba con él?

- Todos los días pasaba estancias de cinco o seis horas al día con él, a veces más. Pasaba el tiempo suficiente para que conociera bien el tema que quería documentar fotográficamente, su día a día.

- ¿Pasaba mucho tiempo haciéndole fotografías?

- No. La mayor parte del tiempo no hacía fotografías, sino que estaba con él reconociendo su realidad, la realidad que quería proyectar. Charlábamos, me llevaba a sitios o simplemente estábamos juntos sin hablar.

- ¿Le costó acostumbrarse a la cámara?

- La verdad es que no, es que su naturalidad es la que ha permitido que el trabajo sea veraz y creíble. El primer día me preguntó si tenía que mirar al Fuji (el anagrama que hay sobre el objetivo de la cámara), y yo le puse una cinta aislante para que no lo hiciera. Y a partir de ahí casi nunca reparó en la existencia de la cámara, y de hecho nunca le enseñaba ninguna de mis fotografías ni él me pidió que lo hiciera

- ¿Preparaba bien cada foto, o alguna le salió de forma fortuita?

- Todas son fortuitas. La fotografía documental es estar ahí cuando sucede algo. Cada foto puede tener dos o tres intentos, y si en esos intentos no tengo la foto no sigo disparando, porque significa que no está ahí. En absoluto llevaba un guión en la cabeza, porque tú no llevas la historia. La historia te lleva a ti

- ¿En alguna ocasión Gabriel le pidió que no disparara su cámara?

- Pudo suceder en un par de ocasiones, pero enseguida supe que tenía guardarla. Eso nunca fue un conflicto.

- ¿Cómo cree que se puede ayudar a estas personas?

- Ellos necesitan lo básico, y lo básico en su caso es un lugar donde estar, donde guardar sus tres camisas y donde poder descansar en la intimidad. La calle te destroza en todos los sentidos, y una vez en ella es muy difícil dejarla. No puedes buscar un trabajo porque ni te puedes lavar ni casi levantarte del banco donde duermes. El desprecio diario de que la gente ni lo quiera mirar te deja enfermo físicamente y sin autoestima. Mi opinión personal es que los regímenes asistenciales de la administración no solucionan el problema. Habría que invertir en que tuvieran pisos tutelados, un espacio donde estar, porque sería más barato y efectivo. Ese es un punto de partida para comenzar de nuevo.

- En la exposición hay una foto en la que Gabriel se reunió con su hermano... ¿qué dio de sí esa reunión?

- Poco, porque el desapego entre ambas partes es grande. Las recaídas, el cambiaré, el te ayudaré, son constantes, y en quince años todo empieza a cansar. Es una situación díficil e incomprensible para una familia convencional, pero el distanciamiento es inevitable.

- El final de su historia no es un "happy end", precisamente...

- No. Durante unos meses Gabriel vivió en un centro de acogida e incluso hizo talleres para retomar su actividad como artista y acudió a terapia contra el alcohol. Pero a esas alturas lo que se ha perdido, lo que no se puede recuperar es demasiado. Cuando alguien cae en la cuenta de lo mucho que ha dejado atrás y que nunca podrá recuperar, es muy fácil que se hunda, que vuelva a la calle y al alcohol, y que todo vuelva a empezar. Y ese fue el caso de Gabriel.

Autor:Miguel Ángel Artigas Gracia Teruel