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Las claves de la vida del pasado están escritas en Libros

Muestreo del fósil en el laboratorio de la Fundación Dinópolis.

¿Y si la fantasía de Michael Crichton en Parque Jurásico fuera posible hacerla realidad? Puede que todavía estemos muy lejos de alcanzarlo, pero los avances científicos no parecen tener límites en los tiempos actuales, por lo que el futuro podría deparar hallazgos extraordinarios a la humanidad.

¿Y si la fantasía de Michael Crichton en Parque Jurásico fuera posible hacerla realidad? Puede que todavía estemos muy lejos de alcanzarlo, pero los avances científicos no parecen tener límites en los tiempos actuales, por lo que el futuro podría deparar hallazgos extraordinarios a la humanidad. Eso sí, si algún día se lograse, la clave no estaría tanto en los insectos atrapados en ámbar, sino en los yacimientos de fósiles de excepcional conservación como es el caso de los procedentes de las minas de azufre de Libros. Hace una década, en sus famosas ranas fosilizadas se encontró médula ósea conservada, y la semana pasada se dio a conocer otro descubrimiento espectacular, el hallazgo de células pigmentarias, que son las responsables de la coloración de la piel en los seres vivos.

No han sido estos los únicos hallazgos procedentes de la localidad turolense de Libros que en los últimos diez años han sorprendido a la comunidad científica internacional, y que han abierto las vías para descifrar aquellas claves de la vida en el pasado a las que hasta ahora se creía que no se podía acceder a través de los fósiles.

El descubrimiento de médula ósea en las ranas de Libros, una parte blanda de los organismos vivos que es extraño que fosilice, abrió la vía para poder investigar el ADN en animales desaparecidos hace millones de años. Ahora, con el hallazgo de cromatóforos (así se llama a las células pigmentarias) en una serpiente fosilizada procedente de las famosas minas de azufre turolenses, lo que se ha abierto es el camino a conocer cómo era el color de la piel. Las sorpresas que sin duda nos deparará en el futuro este nuevo método de investigación marcarán un hito en la evolución de la ciencia, y detrás de ello estarán unos fósiles turolenses, los de Libros.

Las nuevas técnicas de investigación y el avance de los instrumentos tecnológicos empleados para hacerlo, como los microscopios electrónicos de barrido o los de transmisión, están permitiendo llegar hasta donde nunca antes se había llegado, a explorar las células fosilizadas, que contienen información que revela características de cómo eran los animales a los que pertenecen los fósiles.

La paleontología del siglo XXI está ya muy lejos de aquellos estudios paleontológicos de tiempos decimonónicos, en los que la información que aportaban los fósiles era casi exclusivamente la constitución ósea de los vertebrados. Ahora se mira dentro de los huesos y en las células que puedan preservarse en las partes blandas conservadas.

Teruel está a la cabeza de esos estudios a través de la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis, que mantiene constantes colaboraciones con equipos científicos de diferentes partes del mundo, entre ellos con el que lidera la paleontóloga Maria McNamara de la Universidad de Cork en Irlanda.

No basta con poseer buenos fósiles sino con saber gestionar su investigación y coaligarse con aquellos científicos que son líderes en determinados campos de estudio. Eso es lo que está haciendo la Fundación Dinópolis desde hace tiempo y los resultados son más que evidentes. Un investigador no puede ser especialista en todo, y con las partidas que se destinan a investigación, un centro científico como este es imposible que pueda contar en su plantilla con investigadores especializados en todas las vertientes posibles de la paleontología.

Por ese motivo es importante, aunque es uno de los trabajos que no se visibilizan ante la opinión pública, las colaboraciones que un grupo investigador pueda establecer con otros equipos de otras partes del mundo, como es el caso de la Fundación Dinópolis. En unas ocasiones son ellos los que aportan especialistas en determinados campos a equipos de otros países, como es el caso para el estudio de saurópodos o de icnitas, y otras son los expertos de otros lugares los que ponen su conocimiento al servicio de los fósiles turolenses.

Minas de azufre

En el caso de los fósiles de las minas de azufre de Libros, es Luis Alcalá, director gerente de la Fundación Dinópolis, el que forma parte de esa colaboración entre equipos de investigación de España y el Reino Unido, donde están también la Universidad de Cork, la Universidad de Bristol, el Instituto Geológico y Minero de España, y el Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera.

La paleontóloga que lidera este equipo, la irlandesa Maria McNamara, aseguró a este periódico a través de una entrevista por correo electrónico, que la Fundación Dinópolis ha sido "absolutamente esencial" para realizar sus estudios sobre los fósiles de Libros.

"Me ayudaron a obtener el permiso para estudiar el sitio sobre el terreno, y también me permitieron tomar muestras de los tejidos blandos de los fósiles", comentó la científica, quien consideró que habría sido "incapaz" de hacer sus investigaciones sin la Fundación Dinópolis y poder descubrir "los maravillosos secretos preservados en los fósiles de Libros".

La colaboración empezó hace más de una década y uno de los primeros trabajos destacados que se publicaron fruto de la misma tuvo una gran repercusión mundial, puesto que consistió en el hallazgo de médula ósea en las ranas fósiles de Libros, algo que ha abierto la posibilidad de avanzar en la investigación del ADN de seres vivos extintos de los que solo se conservan los fósiles.

El yacimiento de Libros es de hace 10 millones de años y los animales que allí aparecen fosilizaron en el fondo de un lago que en su parte más profunda era anóxico, es decir, que no tenía oxígeno. Al carecer de él, no hubo depredación, minimizándose por otra parte la oxidación del organismo.

Médula ósea

La investigación de la médula ósea fue publicada en julio de 2006 en la revista científica Geology, de la Geological Society of America, y en ella se describió el proceso que hizo posible la conservación de esa estructura orgánica, algo que no es habitual que fosilice porque son partes blandas que se descomponen. De ahí a encontrar moléculas de proteínas y ADN solo hay un pequeño paso.

El estudio se llevó a cabo tomando como referencia más de un centenar y medio de fósiles de Libros. La publicación apareció un año después de que la científica norteamericana Mary Schweitzer encontrara tejido blando de un Tyrannosaurus rex en Montana (EEUU), proceso que esta investigadora pudo explicar en vivo cuatro años después en una conferencia impartida en Teruel dentro de un congreso internacional organizado por la Fundación Dinópolis.

El hallazgo de la médula ósea en fósiles de Libros por primera vez en el mundo se unió así a un ámbito de estudio científico cuyos resultados en el futuro se desconoce hasta dónde pueden conducir, pero que en el caso de las piezas encontradas en la localidad turolense no dejan de arrojar nuevas sorpresas cada poco tiempo.

En 2009, el mismo equipo internacional liderado por Maria McNamara publicó en la revista Lethaia otro hallazgo espectacular, el de médudla ósea en los renacuajos preservados en los fósiles de Libros, algo totalmente sorprendente porque como explicó la científica en su día, los huesos de estas larvas son muy porosos y eso dificulta cualquier proceso de fosilización.

Ese mismo año, otra investigación del mismo equipo desveló en la revista Palaios cómo fosilizaron esos vertebrados, gracias a un complejo proceso que hizo que se crearan en cada fósil distintos microambientes que facilitaron su conservación tan excepcional preservando la piel y sus partes blandas. Eso hizo que mientras la piel fosilizó de una manera, el estómago y los huesos lo hicieran de otra. En algunos se han llegado a preservar hasta restos de las últimas comidas que hicieron los organismos fosilizados, consistentes en gasterópodos acuáticos.

La piel de las ranas

En 2013, los meticulosos estudios del equipo liderado por McNamara, unido a las cada vez más sofisticadas técnicas de estudio, permitieron discernir que la rica fosilización de las ranas en un lago anóxico de hace 10 millones de años se debió a que la piel de estos batracios era muy rica en fósforo. El hecho de tratarse de una piel muy dura y robusta facilitó una fosilización tan excelente.

Las últimas grandes revelaciones se dieron a conocer a finales de la semana pasada. La más importante apareció el jueves en la revista Current Biology, que explica un método para averiguar los colores originales de la piel de una serpiente fósil de Libros. Un día después, otra revista científica, Palaeontology, daba a conocer por parte del mismo equipo que las bacterias en las ranas de Libros estaban en los melanosomas y que se había llegado a su conservación por sulfuración. "Este proceso es probablemente muy importante para la preservación de la melanina en el registro fósil", dijo McNamara.

El trabajo sobre el color que tenía la serpiente de Libros, cuyo fósil pertenece a las colecciones del Museo Nacional de Ciencias Naturales y se exhibe en el Museo Aragonés de Paleontología de Dinópolis, ha dado la vuelta al mundo y la prensa internacional ha destacado que gracias a este hallazgo está más cerca poder conocer de qué color eran los dinosaurios.

El método empleado analiza 7 muestras diminutas del fósil, que fueron bañadas en una fina capa de oro para su estudio, y que han permitido identificar las células pigmentarias. A partir de su forma, tamaño y disposición, se ha podido establecer de qué color era la piel de la serpiente en cada parte de su cuerpo. Lo mismo se podrá hacer a partir de ahora con otras muestras de piel fosilizadas de reptiles, anfibios y peces.

El poblado donde estaban las minas de Libros, lugar en el que se encontraron estos fósiles, son un recurso turístico de la comarca Comunidad de Teruel tras su acondicionamiento y señalización para poder ser visitado.

Autor:F.J. Millán Teruel